Una madre

Publicado el 19 noviembre 2014 por Aleon @Aleonpizarro
de Alejandro Palomas.


Título: Una madre.Autor: Alejandro PalomasEditorial: Colección: Nuevos tiempos.Páginas: 
Resumen oficial.
El retrato de una ciudad acogedora y esquiva a partes iguales, de una familia unida por los frágiles lazos de la necesidad y del amor y la mirada única de una mujer maravillosa en un momento extraordinario.
Faltan unas horas para la medianoche. Por fin, después de varias tentativas, Amalia ha logrado a sus 65 años ver cumplido su sueño: reunir a toda la familia para cenar en Nochevieja.
Una madre cuenta la historia de cómo Amalia entreteje con su humor y su entrega particular una red de hilos invisibles con la que une y protege a los suyos, zurciendo los silencios de unos y encauzando el futuro de los otros. 
Sabe que va a ser una noche intensa, llena de secretos y mentiras, de mucha risa y de confesiones largo tiempo contenidas que por fin estallan para descubrir lo que queda por vivir. Sabe que es el momento de actuar y no está dispuesta a que nada la aparte de su cometido.
Un cartel luminoso que emite mensajes desde una azotea junto al puerto, una silla en la que desde hace años jamás se sienta nadie, una Barcelona de cielos añiles que conspira para que vuelva una luz que parecía apagada, unos ojos como bosques alemanes y una libreta que aclara los porqués de una vida entera… 
Una madre no es solo el retrato de una mujer valiente y entrañable, y de los miembros de su familia que dependen de ella y de su peculiar energía para afrontar sus vidas, sino también un atisbo de lo que la condición humana es capaz de demostrarse y mostrar cuando ahonda en su mejor versión.
Impresión personal.
Creo que ésta es la reseña más difícil que he hecho hasta ahora y llevo un buen rato intentado hacerle frente, por no contar los días que llevo retrasando ponerme con ella. Una madre de Alejandro Palomas no es una historia cualquiera que lees en tercera persona y de la que puedes mantenerte distante. Por mucho que a veces lo intentas para que no te afecte tanto, creo que resulta inevitable formar parte a tu manera y en tu contexto de esa madre, que seguro que es parte de la nuestra.
Una madre consigue hacerte pasar por miles de estados de ánimo. Me he sorprendido riéndome a carcajadas con mi familia al lado mirándome sorprendida porque es difícil que yo me ría con un libro o con películas. Soy de las que suelo huir de los "chistosos" más porque lo paso mal yo, porque no me hacen gracia, a veces ninguna gracia, que porque la persona en cuestión no tenga una gracia que yo no le encuentro. Sin embargo, me he reído muchísimo con esta madre tan "payasa" sin buscar serlo, con un humor tan fino a veces pero tan esperpéntico en otras ocasiones que me ha hecho pasar unos ratos inolvidables. Desde luego Alejandro tiene una maestría con el humor increible. Incluso, en momentos trascendentales, de problemas reales de alguno de los miembros de la familia donde parece que no procede otra cosa más que la seriedad de todos, él consigue que esa madre con gran inteligencia interprete el problema de forma real pero hiperbólica, tal y como en muchas ocasiones son nuestros problemas, amplificados sin necesidad.
Creímos cosas que se creen porque alguien, en algún rincón de nuestras historias, nos dibuja mapas del tesoro con pistas falsas. Luego, cuando esos mapas nos llevan al cofre prometido, saltan los candados y con ellos la sorpresa. Con el tiempo aprendemos que los mapas son de quien los dibujan, no de quien los persigue, y que en la vida sonríe más quien mejor dibuja, no quien más empeño pone en la búsqueda. 

Pero no penséis que Una Madre es un libro de humor. Ni en sueños. También he llorado y mucho con él, en parte por el libro y en parte por eso que os decía al principio, de que es difícil obviar tu propia vida y la de los tuyos mientras lo lees. Una Madre es un libro escrito por una persona, seguro que muy profunda, sobre una persona/personaje que tiene un fondo tan hondo que nunca alcanzas a desentrañarlo. Y Alejandro casi lo consigue pero ¿cuántos de nosotros somos capaces de analizar con tanta soltura y a la vez complejidad lo que pasa por la cabeza real de los que nos rodean? La mar de las veces conocemos lo que le pasa a los miembros de nuestra familia, y los felicitamos, los consolamos, los animamos según toque pero ¿cuántos conseguimos saber realmente qué hay detrás de cada acontecimiento? ¿qué significa para los nuestros? ¿cómo son de felices o como de desgraciados por las cosas que les pasan o que nunca les llegan a pasar? Realmente, poco. Conocemos y vivimos los hechos, incluso los compartimos, pero sentirlos con nosotros y casi como nosotros, sólo lo hacen nuestras madres, cada una a su manera y además...no se suelen equivocar.
Eso es Amalia, una madre, que puede ser la de cada uno, si no al ciento por ciento, sí en algunas circunstancias, en algún tiempo pasado o presente, en algún momento. Una madre que disfruta (¿y cómo?) de ver a todos sus hijos juntos un día de nochevieja, a sus seres queridos, a todos aquellos que le son imprescindibles comiendo sus platos sean éstos como sean. Realmente, la cena, el cumpleaños de turno, el aniversario o lo que sea no es más que una excusa para juntarse y reconocerse cada vez sólo mirándose los unos a los otros. Y Amalia conoce a cada uno, no sólo por fuera, lo que les sucede, sino cada arista interna, cada escape, cada agujero en el alma que no deja de doler a pesar de que ella está llena de agujeros también.
Los problemas mayores de cada uno los tiene Amalia perfectamente identificados aunque no te lo parezca. Amalia te sorprende y sorprende a los suyos y esa sorpresa continua es imprescindible para todos. Es el centro principal de sus vidas, el nexo de unión. En mi caso, mi madre era la teja de mi tejado, un tejado que intentas arreglar cada día pero que aún, sobre todo, cuando llueve hace aguas. A veces, mucha agua. Amalia también enseña a los suyos a tapar agujeros para seguir adelante mientras merezca la pena seguir. A veces la vida no sigue. A veces, muchas veces, la vida recomienza y nosotros hemos cambiado de papel en la escena.
- Yo daría la vida por poder abrazar a mi madre una sola vez, una sola, y por poder decirle que lo he conseguido, que he salido de lo que he salido y que me falta su mirada para saber que lo he hecho bien. Daría todo lo que tengo hija -dijo con una voz triste-. Todo menos a vosotros tres, porque sin vosotros, sin tus hermanos y sin ti, no me quedaría nada que dar y tampoco nada que esperar. Y eso no. Vivir sin tener nada que esperar, no.

¿Recomiendo esta lectura? Para mi ha sido una novela de diez sobre diez y la volveré a leer. No la he guardado en la estantería ni pienso hacerlo; la he dejado en la mesilla cerca de mi cabecera para tenerla cerca a modo de silla de las ausencias.