En las familias se habla poco: a veces se discute mucho y otras, se quedan vacíos los huecos entre cada uno de sus miembros porque falta conversación que los rellene.
Faltan charlas en las familias. Comentaba hace poco con alguien que lo de hablar, hoy en día, va a acabar considerándose un lujo. Cada vez hablamos menos y cada vez nos cuesta más dar con un momento de conversación relajada en la cual realmente, disfrutemos de lo que nos cuentan y de lo que contamos, porque cuesta (cada vez cuesta más) olvidarse de que las relaciones entre humanos se asientan en pura dialéctica.
Esta novela que por azares del destino ha venido a caer en mis manos y que me he bebido en un intermitente fin de semana a medio pasar por agua, nos plantea que tal vez sea bueno escuchar más y mejor a quien tenemos más cerca, consanguíneamente hablando.
Una madre es una muy recomendable historia de personas dispuestas en diferentes puntos de la vida y alrededor de aquélla que le brinda el título: Amalia, un encanto de mujer que se hace querer por sus comentarios sin maldad, por su redescubierta libertad y porque, como bien dice su autor, es "alguien que ve poco y que por eso ve lo que importa".
Cuajada de intertextualidades y guiños a entre otras, la película Las horas de Stephen Daldry, Una madre juega a citar para sus personajes, citas que se citan dentro de una película que se sostiene a su vez por los textos de una novela y por los comentarios de quien la escribió. Un divertido ejercicio para descifrar códigos cómplices entre hermanos y hermanas, nietos y abuelas, madres e hijos.
Evitar la vida y querer vivirla a pesar de todo, a pesar de resistirse a conversar con quienes mantenemos vínculos familiares; ese es tal vez el conflicto de esta historia en la que además, se presentan unos personajes que hacen reír y llorar, casi a la vez y de forma muy sutil y delicada.
Precioso libro y un perrete encantador.