Una madre cansada (por Arantxa)

Publicado el 18 octubre 2013 por Imperfectas
El otro día una compañera de trabajo decía, con sorna, que "ahora ya no se puede estar triste, no está de moda". El pensamiento positivo, el buen rollo, la sonrisa, todo eso está muy bien y es necesario para seguir viviendo, pero en algunos momentos resulta difícil mantener el tipo Yo esta semana me encuentro muy cansada y me cuesta sonreír.
Mi hija pequeña ha estado enferma y como en verano estuvo ingresada, bastante malita -me llevé el susto de mi vida-, en esta convalecencia casera he estado muy pendiente de la fiebre, de cómo dormía, de que comiera algo para que no perdiera peso, de todo. Eso se traduce en estar tensa, extenuada, preocupada, intranquila, ojerosa y, en mi caso, tratando de simular que no lo estás, lo cual es doblemente agotador.
Tirando del carro en la casa o en el trabajo, con mi otra nena, somnolienta. Durmiendo poco -a mi es algo que me aniquila- y soñando despierta, no con estar en una tumbona en la playa, lejos de la ciudad, simplemente con poder dormir doce horas seguidas sin interrupciones ni preocupaciones, en casita.
Cuando no tenía descendencia casi nunca me encontraba cansada. Soy puro nervio, muy activa, y normalmente me mostraba enérgica. Sería también por la edad, pero si bien es cierto que a los hijos se les quiere sin límites, agotan como pocas cosas. Aunque es algo que no suelo oírle decir a nadie, ya se sabe que la maternidad es un perenne anuncio de colonia Nenuco y las madres no se cansan, ni lloran de agotamiento, ni se meten en la cama reventadas sin haberse lavado la cara y echado la crema de noche para el rostro -esto es malísimo para la piel, además-.
Tengo dos hijas, pero imagino que con tres el cansancio puede ser aterrador, igual que con uno es más llevadero, esto último lo afirmo por experiencia. De verdad, admiro profundamente a las mujeres que tienen tres, cuatro y hasta cinco criaturas -mi madre tiene el quinteto, de locos-. Conforme crece el número de churumbeles aumentan las alegrías, las preocupaciones y el cansancio.
En semanas así, si hablo con algunas de mis amigas sin hijos, sospecho que se ratifican en su decisión. Como yo, aunque no atraviese mis mejores días, me reafirmo en que tenerlas es una de las mejores cosas que he hecho en mi vida. Con sus momentos de luz y sus ratitos de sombra. Esos de los que nadie habla, pero que sospecho atraviesan casi todas las mamás en algún momento de la crianza.