Pertenezco a ese grupo de personas que sigue a Alejandro Palomas en las redes sociales, especialmente en Facebook. Hace tiempo que nos dejó asomar a parte de su vida y compartir su día a día: sus inquietudes, sus indignaciones, sus anécdotas, todas esas pequeñas cosas que conforman la vida. A veces me muestro participativa en sus intervenciones. Otras, me escudo tras el anonimato de las masas, pero casi siempre estoy ahí. Por eso este libro es tan especial para mí (y para muchos más), porque he sido testigo de cómo nació la idea de que eso que compartía con sus seguidores se convirtiera en algo más, porque recuerdo aquel 18 de octubre de 2.013:
Amalia es el pilar fundamental de esta estructura familiar, una mujer conciliadora, que apuesta siempre por las segundas oportunidades y por dar un voto de confianza a las personas, una mujer que ha descubierto lo que es vivir tras divorciarse, vivir sin miedo a equivocarse, a tomar decisiones. Una sobredosis de independencia y libertad que, al llegar de golpe, hará que sus hijos tengan que estar alerta."Mamá odia los conflictos por encima de todo, de ahí que se pase media vida intentando que las cosas no se tuerzan, dando mil oportunidades a quien normalmete no las pide —y las merece menos—, y confiando, confiando en que las cosas son y serán siempre mejores de lo que suponemos, aunque la realidad no siempre esté de su parte y casi nunca juegue a darle la razón."
Esta radiografía emocional de Amalia cuenta con el inconfundible sello de Alejandro Palomas, que igual te hace llorar de la emoción que de la risa, porque combina ironía, sarcasmo, emoción y sensibilidad como él solo saber hacerlo.
Lo cierto es que, llegados a este punto, debo confesar que he revisado este post muchas veces, he cortado, pegado y deshecho. Siento la necesidad de comentar, pero respetando los límites de mi intimidad. Deseaba que este libro viera la luz, sabía que lo iba a disfrutar, que iba a ser como un capítulo extendido de lo que ya disfrutamos en las redes sociales, pero con lo que no contaba es con que removiera tanto en mi interior. Jamás habría pensado que, perteneciendo a "mundos" tan distintos, podría sentirme tan identificada con el autor.
Leer este libro me ha hecho traer de nuevo al presente algunas anécdotas inolvidables que de vez en cuando revivimos mis dos hermanos y yo entre carcajadas. Cuando mi madre se divorció se vio sobrepasada por su nueva situación. Decidió canalizar su amalgama de sentimientos ayudando a los demás, y, de entre todos los colectivos que existen ¿por cuál se decantó? Por los presos. Decidió colaborar con una asociación visitando la cárcel de mi ciudad una vez por semana, ayudando a los privados de libertad, siendo intermediaria con sus familias, sus abogados, responsabilizándose de los que salían de permiso. Su nivel de implicación dio lugar a una serie de situaciones surrealistas y arriesgadas que han aflorado en mi memoria al leer sobre lo confiada que es Amalia con algunos desconocidos, por no decir que ella (mi madre) también cuenta con una "Ingrid" en su vida. Pero también han aflorado sombras y tinieblas, porque hay otro miembro en la familia de esta historia que es idéntico al que ocupa el mismo puesto en la mía, y no esperaba encontrármelo, ni recordarlo, no ahora, ni nunca, y aquí me planto al respecto. No sé hasta qué punto los personajes de esta novela están aliñados con ficción, pero el trío Amalia, Fer y Max son reales, con sus luces y sus sombras, y me ha encantado saber más de ellos. Decía Virginia Woolf (no lo recuerdo literalmente) que cada secreto del alma de un escritor, cada experiencia de su vida, cada atributo de su mente, se hallan ampliamente descritos en sus obras . "Una madre" es un ejemplo. Gracias, Alejandro, por hacernos sentir. Gracias por el regalo."Y es entonces cuando se me ocurre que este baile tan bien acompasado, este laberinto de gestos naturalmente hilados, todo este lenguaje fácil, reconocible, automático..., todo esto es lo que nos hace familia, historia común, comunidad."