Se acerca el día de la madre. Reconozco que no soy muy de celebrar el “día de”, pero desde que soy madre me hace mucha ilusión recibir los regalos que con tanto esfuerzo hacen los niños: un dibujo, una frase o una manualidad.
Una de las decisiones más difíciles que he tomado en mi vida es “querer” ser madre o no. Cuando ya has tomado la decisión y es que “sí”, la siguiente cuestiones es el “cuándo” tenerlos y “con quién” los vas a tener. No hay respuestas a estas preguntas y no seré yo quién de recomendaciones al respecto. Ambas decisiones “sí tener hijos” o “no tener hijos”, como toda toma decisiones tiene sus ventajas e inconvenientes. Hablando con sinceridad, si pongo en una báscula los pros y los contras, posiblemente pesen mucho más los contras, pero los pros son tan intensos que vuelve a compensar la balanza.
Una de las anécdotas que siempre cuento es que cuando tienes a tu hijo, te “venden” la imagen de la mamá y el bebé recién nacido, ambos preciosos, en una habitactón de colores pasteles mirando a la cámara con una felicidad bíblica. La absoluta realidad que yo viví es que no me podía mover de la cama con la cesárea, que estaba más blanca que la pared de la habitación y mi bebé estaba rojo de tanto llorar porque quería comer. Con esto lo que quiero decir es que actualmente tenemos el control sobre esta decisión y hoy no quiero extenderme con temas tan importantes como la conciliación familiar, el desgaste de las madres perfectas o el “egoísmo” de la mujer que no quiere tener hijos.
Lo que sí sé y he comprobado es que dentro de una madre hay siempre una mujer. Así que felicidades a las mamás y felicidades a las no mamás porque todas podemos tener las características que he descrito en la imagen.