Tienen entre 13 y 16 años -sus identidades permanecen en el anonimato por expreso deseo de sus madres-, y cada día es una batalla para algo tan sencillo como acudir a clase. Matriculados en el instituto de Poio, los tres, dos chicos y una chica, padecen una discapacidad que les hace dependientes de una cuidadora. El problema con el que se encuentran es que en el centro educativo solo cuentan con una profesional, «una persona buenísima y de la que solo tenemos buenas palabras», señala una de las madres.
Su hijo de 13 años y su sobrino de 14 padecen una distrofia muscular que hace que «no se aguanten en pie», por lo que tienen que desplazarse en silla de ruedas. Demanda una segunda cuidadora, una reclamación que, según relata, solo ha tenido por respuesta el tener que escuchar que «no he ido al inspector, pero tengo que trabajar por sobrevivir», sostiene, al tiempo que incide en que la única ayuda económica que percibe de las Administraciones son 300 euros.
Reconoce que la situación en el IES es mejor que la que tenía en el colegio, «que era subvencionado y había una cuidadora para veinte niños». Su pequeño se ha perdido en estos años alguna excursión por falta de cuidador, aunque lo más grave es que, en alguna ocasión, no hubiera ido al baño en toda una mañana.
Tanto esta madre como la de una alumna de 16 años que esta sondada y se tiene que desplazar ayudada por muletas llevan «desde septiembre esperando por una camilla». Cada día esta mujer se tiene que desplazar dieciocho ya no solo por la mañana para llevar a su hija al instituto, sino a la hora del recreo para colaborar a la hora de cambiar el sondaje. «Sería imposible compatibilizarlo con un trabajo. Los tres tienen media hora para compartir el baño. No se contempla la posibilidad de una segunda cuidadora».
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