España es un ejemplo de País descentralizado,
“disfrutamos” incluso de más descentralización que muchos países federales. En
España cada administración pública “va a lo suyo”, cada administración hace y
deshace a su antojo y solo se acuerda de las administraciones superiores a la
hora de pedir (o exigir) subvenciones y financiación; pero para lo demás que el
Estado no los controle porque ellos son autosuficientes.Y eso también se aprecia en los procesos de
selección de personal. Aunque existen unas leyes que regulan esta cuestión,
como puede ser el Estatuto Básico del Empleado Público, a la hora de gestionar
las diferentes ofertas de empleo público cada administración es soberana.Y yo me pregunto, ¿por qué es esto así?, ¿por qué
cada administración gestiona estas cuestiones? En mi opinión este tema se
debería modificar y se puede hacer de una manera muy simple. Esta debería ser
una cuestión regulada por el Estado, de forma que cada administración
(incluidas las universidades) informara al Ministerio de Administraciones
Públicas de sus necesidades de personal para cada año, con esos datos
Administraciones Públicas convocaría oposiciones conforme al número de plazas
requeridas de cada uno de los grupos (A, B, C, D o E, así como a los cuerpos
especiales); los exámenes serían únicos para toda España y la persona que
aprobara los mismos obtendría una habilitación para ejercer en todo el
territorio Nacional; pasando a un listado de habilitados único para todo el
País.Así cuando cada administración (o sus entes
instrumentales) precisaran de cubrir plazas, ya sea de forma definitiva o
interina, acudirían a esta lista. Asimismo, las personas habilitadas para
ejercer del grupo que correspondiera podrían elegir la zona territorial que les
interesara y, en el caso de tratarse de comunidades autónomas con lenguas
cooficiales, deberían acreditar su conocimiento o tener derecho a un plazo de
adaptación para su aprendizaje.Con esta medida se acabaría con muchas cosas, entre
otras con el enchufismo que se produce en muchas administraciones, sobre todo en
los ayuntamientos, donde más veces de lo deseado da la sensación de que las
plazas se dan a dedo, coincidiendo, casualmente, con personas muy cercanas al
gobernante de turno.