Una mezcla furibunda

Por Aceituno

Hoy he sacado del último rincón cuatro bolsas repletas de cuadernos. Son los diarios de viaje que fui llevando durante los 6 años que estuve por ahí. En ellos está desde el día a día detallado a modo de diario convencional, hasta reflexiones nocturnas más poéticas, pasando por estribillos de canciones, pequeños cuentos, intentos de poemas… todo el mundo interior que revoloteaba en aquella cabecita y aquel corazón de veinticinco años escrito con todo el alma y con toda la ilusión de quien creía que iba a comerse el mundo y sin embargo…

Finalmente ha llegado el día de desempolvar esos cuadernos y enfrentarme a ellos.

En parte me alegro porque al menos me va a servir de algo haber transportado los dichosos cuadernos por todas partes y haberlos conservado tanto tiempo, pero también reconozco que siento algo de vértigo ante la perspectiva de reencontrarme conmigo mismo, leer mi propia vida, recordar cosas que ya tengo olvidadas, gentes que ya desaparecieron de mi memoria, anécdotas perdidas… todo un mundo lejano y profundo que ahora va a salir a la superficie como por arte de magia. Me recuerda a mi propio post de no hace mucho…

Claro que no lo hago por puro masoquismo ni por puro capricho. Simplemente me he propuesto escribir algunos pasajes de mi vida en forma de novela, así que, nada mejor que leer esa misma vida escrita por su protagonista. Seguramente lo pase mal leyendo algunas cosas, pero sin duda valdrá la pena. Todo sea por lograr un relato vívido y sincero, cristalino y real. Auténtico como la vida misma.

No sé si será muy recomendable, en mi estado, ponerme a recordar aquellos días en que la libertad era lo primero y yo la ejercía de manera casi profesional. Recuerdo una vez que me senté delante del panel de salidas de la estación de autobuses de Buenos Aires, decidiendo qué método era el mejor para elegir a dónde ir, si el sorteo puro y duro, el orden alfabético, el primero que saliera, etc. Eso es libertad. Hoy en día mi libertad está muy mermada y muy condicionada por mi salud, así que no sé si soportaré leer esas cosas. Además, lejos de comerme el mundo, resulta que el mundo me está comiendo a mí, con lo que tampoco sé si me hará bien leer lo que escribía aquel engreído jovenzuelo convencido de que el mundo pronto iba a estar a sus pies.

Ya os contaré cuando empiece la lectura. Ojalá que sea pronto y que no me afecte demasiado. Vértigo, pero también algo de ilusión y deseo. No sé. Siento una mezcla furibunda de cosas ni buenas ni malas. Todas regulares e irregulares a la vez.

Como las líneas de las fotos. Regulares e irregulares a la vez.