Una Mirada Que Le Costó La Vida

Publicado el 12 septiembre 2018 por Carlosgu82

Él, elegante como siempre. César, emperchado, como no con su americana beige, caminaba, ignorante, por Culiacán, Sinaloa, hacia su empresa. Allá por 1991. Donde la vida no valía ni un chavo. Al mirar con desprecio a un niño del barrio, un joven de no más de 15 años empuñó su FN 5.7. Era negra, con el dibujo de La Catrina, una calavera mexicana, impresa en la empuñadura. Se la puso en la columna de César. Carlos, el joven, le preguntó con rencor: “¿Quién te crees pinche pendejo? Está bien chida esa americana, ¡al piso! ¡Al piso cabrón!” César, inundado por el miedo, se tiró al suelo y temió por su vida: “¿Qué le hice mijo?”. Carlos respondió: “Usted no sabe quién putas es él, ¿verdad? Es el hijo de Cacha malpario”. Juanito, el niño que había sido mirado con desprecio, se puso a llorar ante la decisión que tenía que tomar. Al ser hijo del jefe de un cártel, debía decidir si ese cabrón, viviría un día más o no. Juanito solo dijo: “Órale no más, dóblalo que quiero ver a mi viejita”. Carlos actuó con frialdad y decisión. Dio un empujón a César y disparó a la altura del omóplato, cerca de las costillas. La sangre comenzó a caer como un torrente de su espalda y César cayó al suelo. No tardó ni 5 minutos en llegar la ambulancia que llevaría al empresario, con muchas posibilidades de morir y con mucha sangre perdida.

César estaba postrado en una cama del Hospital Civil de Culiacán. De repente, comenzó a notar un leve hormigueo en las extremidades. Sus dedos se movían ligeramente y oía unos murmullos, estaba confuso. No tardó en abrir los ojos, algo de lo que se arrepintió al momento. De fondo, los gritos de “¡a huevo!”. No tardaron en llegar y llegar personas que César no había visto nunca. El que parecía el jefe, con collares y anillos de oro, se llamaba Cacha. Este miró a los ojos a César. Este, recién despertado, apenas podía hablar y solo temblaba. Su palidez era más que evidente. Cacha no dudó un segundo en ponerle la almohada en la cara y asfixiarlo. Tres minutos más tarde, entre desesperados intentos por salvar su vida, César perdió su vida de lujo por no tener respeto más que por los suyos.