Escritor: Jonathan Swift (Es el escritor del conocido libro de “Los viajes de Gulliver”)
No se puede dudar que estamos en una gran crisis que no deja de crecer. Este relato encaja de maravilla con todo esto. Ahora lo veréis, aunque por fortuna está escrito en plan satírico. Tiene su gracia y algo más.
Dublín, una época entre el siglo XVII y XVIII, la época de los personajes de Cándido. El escritor harto de saltar sobre la miseria en la que vive gran parte de la sociedad de su tiempo, se le ocurre una idea para paliar esta nada deseada situación de extrema pobreza. Pudiera dar otras ideas más racionales y abogar por medidas tipo: fomentar el consumo de productos nacionales; no derrochar, realizando un consumo razonable; no comprar objetos que “fomenten un lujo exótico”; llevar una vida más tranquila y coherente; ser más solidarios y compasivos con el débil; y por supuesto desarrollar el comercio e industria con honestidad; etc Pero estas medidas son sólo racionales en apariencia. Y prueba de ello es que han pasado unos cuantos siglos y seguimos hablando, un poco, de lo mismo.
Así que no, no serán esas sus propuestas, porque no hay que ser ingenuos de lo que no se puede conseguir. Hay que reconocer la realidad de lo que somos capaces de hacer. En su época él se da cuenta de la gran cantidad de mujeres en condiciones tan miserables que no pueden mantener a su prole o proporcionarles un futuro mejor fuera del vagabundeo y delincuencia, salvo que esos futuros hombres y mujeres se vendan a sí mismos en algún país lejano o se ofrezcan a luchar en cualquier otro país. Pero bueno, Jonathan Swift está aquí y ha pensado en una posible colocación para todas estas personas sin oportunidades, que de no pensar en algo, van directos a formar parte de la lacra de la sociedad. Ahí va:
¿Por qué no ofrecer a la venta a los niños con un año de edad? porque al ser a esa edad cuando son destetados, y por tanto una carga para la familia o para las parroquias, pues mejor venderlos bien rollizos, como un manjar, para el consumo de familias pudientes que pagarían muy bien estas delicatessen. Al fin y al cabo, de alguna forma ¿no se los estaban comiendo ya?. Esto permitiría que los padres no vivan en la mendicidad, que puedan invertir parte de los beneficios en la cría de más criaturitas, y continuar así el ciclo. Entre las muchas ventajas, se evitarían los abortos; disminuirían los molestos católicos, que encima son los que más procrean para desgracia de Irlanda; y no hay que olvidar que al no ser los arrendatarios de tierras ya tan pobres, los propietarios podrían contar con algo embargable, para el caso de que no pagasen sus alquileres. Así las familias que antes vivían en la auténtica miseria , ahora contarían con recursos, y de rebote se combatiría el maltrato femenino, porque los varones las cuidarían con tanta dedicación como el ganadero trata a sus yeguas.
POSDATA: Para detalles de esta industria cárnica, y cálculos meticulosos de la prosperidad y progreso que se repercutiría en la sociedad, váyase directamente al mini-relato.
NOTAS: Este relato aparece también como referencia en el libro de Coetzee “Elisabeth Costello”. Parece que lo utiliza como una comparación de que si se puede comprender lo inadmisible que sería una situación así en la que se matan bebés para consumirlos, ¿por qué no pueden haber personas que encuentren igual de inadmisible matar a lechones para comérselos? Y luego en su línea, dice que por qué tiene que ser interpretado como una ironía macabra, en vez como una proposición seria. Yo en este caso le doy la razón a los profesores que enseñan una interpretación irónica, pero está muy bien leer otra interpretación, porque el caso es que también vale.