Esquina de la calle del Perro, en el Casco Viejo de Bilbao, con la fuente y los grifos con leones.
En la esquina de las calles del Perro y Bidebarrieta, en el Caso Viejo de Bilbao, suele situarse una pareja de malabaristas (autodidactas supongo yo, por su destreza), que comienzan, median y terminan su actuación con una frase que es puro marketing: “Una monedita, chavalote”. No creo que pueda premiarse tal expresión artística, de poco mérito, con moneda alguna. Aunque sí merecen recompensa la voluntad invertida y la mentira piadosa. ¡Chavalote! Qué cachondos. Me he acordado de la pareja semiprofesional y su mascota, un perro delgado con malas pulgas, cuando he oído en la Cadena Ser que un par de novios recibieron de regalo de boda 2.750 euros de sus amigos en monedas de 1, 2 y 5 céntimos repartidos por la bañera, el lavabo y la pila de los cacharros (sic), que encontraron a su regreso del viaje postnupcial. La broma era pesada, de muchos kilos, pero consistía en imaginar la cara de desesperación de matrimonio recogiendo y separando las cobrizas monedas para devolver al banco lo que había salido de su caja fuerte.
Pero para chirigota, la del banco, que pide ahora una comisión de 1.200 euros para hacer la conversión apelando a sus tarifas para ello y no las muestra porque alega que es un asunto interno. ¡No limits!, ha debido pensar la banca en este país. Si nos dieron 40.000 millones para arreglar las cajas de ahorro que, al menos, nos den 1.200 por contar las monedas de este simpático pueblo de Cuenca que se llama Cañamares. Para mí, que en Priego, que es localidad vecina, también de Cuenca y tienen banco, han tratado de tomar el pelo a esta pareja. “Primero, me las mete en bolsitas (un año y medio dicen que llevan) y luego, me paga nueve euros más IVA por cada 500 monedas”. Yo creo que es broma, como lo de Caja Madrid.