Un genuino restaurante italiano que nos traslada a través de los sentidos a la misma Italia.
Todo comenzó la tarde del uno de enero del recién estrenado 2014, cuando mi pareja propuso que cenáramos fuera. Tras plantear varios lugares a los que ir, decidimos ir a un restaurante italiano en el que ella ya había estado y el cuál me vendió con un rotundo éxito.
Llegamos al sitio y pudimos aparcar sin problemas, algo muy importante y a tener en cuenta. No teníamos reserva y pensamos en la posibilidad de que no pudiéramos cenar, ya que en esta clase de sitios debes reservar mesa con bastante tiempo (es lo más recomendable). Aún así, entramos a probar suerte.
Nos recibe el bar que, gracias a su decoración, nos muestra una parte de lo que será el resto y ayuda a la comunión del comensal con el restaurante y su comida.
alimenta el gusto sino también la vista. Nada más entrar, todo esto se confirma.
Nos atiende un maître con buenos modales e inmejorable presencia que nos invita a pasar al comedor, aún sin tener reserva. Nada más pasar al comedor, separado del bar por un biombo colocado de forma estratégica, no pude evitar mirar a todas partes, y es en ese momento en el que empieza la cena.
El comedor es acogedor, quizá un tanto pequeño, por lo que es aconsejable reservar y no arriesgarse a ir para encontrarte sin mesa y con la consecuente espera. La decoración tiene pequeños detalles que la hacen única e interesante. Cada detalle está minuciosamente cuidado, desde los cuadros escogidos para decorar la pared hasta el jarrón con flores secas que hay sobre cada mesa. Todo sirve para que el comensal se sienta arropado por un mar de detalles que logran que todos los sentidos se centren en el único objetivo de disfrutar de una agradable velada.
Me llama la atención un segundo piso sobre la zona de la cocina. Poco después, mi pareja me explica que ahí es donde se sitúa el pianista para deleitar a los comensales con música en vivo. Según me han informado, la música en vivo sólo se da los finos de semana. A mi, la música en vivo en un restaurante siempre me ha parecido un plus impagable que mejora una cena, o una comida, de forma considerable.
Enseguida se acerca un camarero y nos deja un par de cartas sobre la mesa, la cuál me parece muy original. Antes de abrirla, esperaba platos innombrables y a un precio desorbitado. Nada más lejos de la realidad. Me encontré con una carta muy variada, tanto en pastas como en carnes y pescados o, como no podía ser de otra manera, pizzas. En la carta también se incluyen los postres.
Fue difícil escoger entre la cantidad de platos que había. En un principio pensé en una pizza. Vi una pasar por mi lado, no eran demasiado pequeñas.Una persona iría bien comida con una pizza de este restaurante. Pero pensé que era hora de probar algo diferente, por lo que pedí Spaghetti de Porto Bello. No recuerdo el nombre del plato que pidió mi pareja, pero sí recuerdo que estaba riquísimo. Era pasta con setas.
Tras pedir los platos, nos trajeron una botella de agua que habíamos pedido y un plato de queso fundido junto con unos picolines de pan para picar algo mientras esperábamos a que llegara la comida. Otro detalle a tener en cuenta que parece extenderse por los diferentes restaurantes de toda España.
La comida no tardó demasiado en llegar. Y como era de esperar, comí con la vista y el olfato antes de degustarlo. Los platos estaban bien presentados y en una vajilla más que adecuada. Estaba todo tan delicioso que me resistí a dejar nada en el plato.
Los camareros intervienen lo justo y necesario, sin ser pesados ni crear situaciones incómodas. El espacio para comer es el adecuado para no sentirte invadido por otros comensales.
Por un momento, pensé en que todo saldría por un pico bastante interesante. Cuando todo en un restaurante es bueno, el precio también lo suele ser. Cuando el camarero nos trajo la dolorosa (factura), quedé aún más prendado de este restaurante. Habíamos comido hasta reventar y en un sitio bastante bueno por apenas 20 euros. Por supuesto, esto propició que saliera más que satisfecho del restaurante.
Stanley & de Marco ofrece una carta variada y de calidad a precios populares. Una pareja puede comer bien por menos de 25 euros o darse un buen banquete por no más de 40 euros. La atención de su personal junto con la acertada decoración, ofrecen al comensal un lugar único en el que disfrutar de una buena comida. Además, todo acompañado, los fines de semana, por música en vivo.
Cabe destacar, también, que disponen de servicio a domicilio, aunque para disfrutar de la experiencia completa, lo mejor es ir a degustar buena comida italiana al restaurante.
No he estado en muchos restaurantes italianos en la ciudad de Almería, pero estoy completamente seguro de que es uno de los mejores.
Éste es uno de esos sitios a los que vas una vez, y vuelves.
Stanley & De Marco está en Calle Benizalón, nº 2 Almería. Y el número de reserva es 950 238 141.
¡Bon appétit!