fuego.
El año pasado, en la clase, vi de nuevo esta película con mis alumnas. Había sobrados motivos para proyectarla: relata una historia ambientada en el paleolítico y se centra en el tema fascinante del "descubrimiento del fuego", es decir, de la manera de producirlo. Sobre esta idea el director, Jean-Jacques Annaud, había construido un argumento que bebe en las fuentes de la novela de por J. H. Rosny (pseudónimo de los hermanos belgas Joseph Henry Honoré Boex y Sheraphin Justine François Boex) escrita en 1911. Hay que aclarar que el film se concede licencias (algunas auténticas herejías científicas) y se recrea en ciertas escenas de explícita violencia; pero la historia conmovió a mis chicas y las hizo reflexionar sobre la vida del hombre en la prehistoria, que era lo que me proponía con la proyección.
Muchas alumnas se sorprendieron de la extrema dureza de la vida en esa época. Todas se sintieron fascinadas por las costumbres de apareamiento, alguna incluso interpretó la masticación de las hierbas y consiguiente aplicación sobre el protagonista como una felación en toda regla. La mayoría rió con los protagonistas en la divertida escena en que descubren el maravilloso placer de la risa. De manera unánime se conmovieron con las escenas de ternura y amor de la pareja protagonista... Pero yo, junto a ellas, contemplé con asombro renovado el momento en que "un técnico" de la tribu Ivaka le enseña a Naoh la forma de conseguir fuego mediante el frotamiento de una varilla. Ese es el instante que recoge el video de la presentación.
Ocurre en ese instante un doble chispazo: por un lado una chispa caerá sobre la yesca y agitará el alma dormida del fuego deseado; por otro una chispa se encenderá en el interior de la mente inquieta de Noah, el protagonista. Momentos después, con la metáfora de una nueva vida creciendo en el vientre de la mujer cromagnon, aquel neandertal curioso mirará a la bella luna que se alza en el horizonte nocturno pensando: ¿Y por qué no?