Una palabra y mil imágenes - 3: Monstruos

Por Jesús Marcial Grande Gutiérrez
Hay imágenes que se adhieren a tu retina. No las puedes despegar en toda tu vida.  Están ahí, fundidas con tus células, amalgamadas en las membranas de tus ojos. Ellas acuden a ti y se representan cuando escuchas una palabra, cuando alguien cita en cualquier conversación la palabra:
"Monstruos"

"La parada de los monstruos" fue una película de cine-club. A mí no se me hubiera ocurrido elegirla y pagar una entrada por aquellas imágenes perturbadoras y aquel argumento que terminó en desasosiego y angustia. Sin embargo, intuyo que de alguna manera era una película necesaria. Si la función del cine es sorprender, esta sería una de las películas más sorprendentes de la historia del cine. La función es una invitación a la intimidad de la "monstruosidad" elevándose de lo puramente estético hasta la refinada maldad.
Desde las primeras imágenes me hundí en el desasosiego. A medida que avanzaba la película el desasosiego da paso a la tristeza por un romance imposible y, al final, el argumento estalla en forma burla cruel, venganza y perversión.
Quedé impresionado (casi traumatizado) por su final. Ahora he descubierto que se barajaron otros finales alternativos (alguno más perverso aún). Recuerdo con horror e infinita compasión el final de la bella y frívola protagonista. La imagen del pato humano no podré desprenderla de mi retina en toda la vida.