volar.
Esta escena romántica mítica rodada por James Cameron para su oscarizada "Titanic" es una de las más sugerentes y estimulantes del film: la idea de encaramarse a lo alto de la proa del barco se nos antoja de repente a todos. Hay algo arquetípico en ese afán de asomarse a las máquinas viajeras y contemplar en picado el paisaje fluyendo bajo nosotros. Yo lo sentí ya de niño sobre el trillo de mi tío cuando me tumbaba boca abajo y veía alejarse la paja tras él. También desde lo alto del carro o subido a un caballo o desde la ventanilla del tren. No fue hasta que subí a un parapente que sentí la sensación real de volar pero, en esencia, ya había volado muchas veces: pequeños vuelos sobre las máquinas y vuelos con la imaginación.
En los transbordadores de hacia Baleares o en los ferris del estrecho, cuando aún era posible, intentaba subir al puente, a la parte más alta... ahora, cortadas las alas, nos alojan en un salón de actos en el intestino de la nave y, apenas por televisión, se ve un tocito de mar.
La película dirigida por James Cameron sobre el hundimiento del lujoso transatlántico británico tiene una escena romántica mítica en la que los enamorados Jack (Leonardo DiCaprio) y Rose (Kate Winslet) están en la proa del barco y da la sensación de que están volando. La escena se repitió al menos cinco veces porque Cameron quería rodarla con diferentes luces en el cielo.