La película no sigue una historia conectada entre sí, ni se trata de una narración lineal; pero si tiene dos personajes centrales sobre los que se estructura el resto del film, mediante diferentes fragmentos sueltos. Estos dos personajes son los peculiares vendedores de artículos de "fiesta" Jonathan y Sam. Ambos se dedican a ir vendiendo artículos de broma desfasados y lo hacen con una falta de alegría poco efectiva para vender estos objetos. Son dos pobres y patéticos seres que recorren las frías calles de Gotemburgo.
Una paloma... es un film surrealista, pero maravilloso. A través de una sucesión de planos de una belleza quirúrgica, Andersson nos permite observar "momentos" de una serie de personajes que representan una lúcida y mordaz crítica de la sociedad, no sólo de la presente, sino también de la pasada. El adjetivo: hipnótica, sirve a la perfección para describir Una paloma..., pues con cada escena que se nos plantea somos incapaces de apartar la mirada, quedándonos absortos en ese fantástico encuadre en el que suceden situaciones de lo más absurdas pero reales como la vida misma.
La película de Roy Andersson es cine que hace avanzar al cine. Este tipo de films son los que innovan, los que investigan las formas narrativas y estudian las diferentes posibilidades que tiene un sólo plano para contar toda una historia; es un cine incómodo de ver porque la educación cinematográfica no es la que debiera. Es difícil ver y apreciar la totalidad de un Picasso o un Pollock, pero al mirarlo nos damos cuenta de que se trata de obras que cambiaron el panorama del arte. Una paloma... no es la obra cumbre de nuestros tiempos, pero es una pequeña, curiosa y absurda joya del cine. (8,5/10)