Una pasión rusa
Autora: Reyes Monforte
Editorial: Espasa
Páginas: 589
ISBN: 9788467045178
Sinopsis
Impredecible, bellísima y dotada de un hondo sentimiento, como la música compuesta por el genial Serguéi Prokófiev, así era Lina, su musa, su amante y su esposa.
Nacida en Madrid en 1897, con apenas 20 años se enamoró perdidamente del que sería su marido, del hombre y también del genio. «La princesa Linette», «mi Avecilla», como la llamaba Prokófiev, comenzó junto al compositor la vertiginosa andadura que da cuerpo a esta novela, que transcurre en los grandes escenarios del siglo XX, desde el Nueva York de los rascacielos, al París de las vanguardias y el glamour, donde la pareja formaba parte del círculo más exclusivo de intelectuales y artistas: Coco Chanel, Hemingway, Picasso, Matisse, Ravel, Diáguilev...
Los años transcurrieron luminosos hasta que Prokófiev decidió regresar a la Unión Soviética, donde pretendía consagrar el éxito cosechado en el resto del mundo. Allí, tras los dramáticos tiempos de la Segunda Guerra Mundial, Lina fue acusada de «espía extranjera» bajo el terror estalinista, encerrada y torturada en la siniestra Lubianka y condenada a trabajos forzados en el gulag. Solo su fortaleza, su pasión por la vida y el amor indestructible que sentía por su marido le permitieron sobrevivir. (Sinopsis de la editorial)
Reseña de Mustis
No puedo decir que la novela no me haya gustado, en general la experiencia no fue tan negativa, pero para mí la lectura fue de menos a más y los comienzos fueron bastante complicados. Podría decirse que Una pasión rusa se divide en tres partes: el período en el que Lina y Sergei se conocen y se enamoran, que en su mayor parte transcurre en París, el traslado del ya matrimonio a Rusia y los trabajos forzados de Lina en el gulag (no desvelo nada porque todo esto ya se cuenta en la sinopsis de la editorial). Pues bien, toda la parte del enamoramiento entre los protagonistas se me hizo tan cuesta arriba que incluso en algún momento pensé en dejar la lectura. No había leído anteriormente ningún otro libro de Reyes Monforte y no puedo comparar ésta con otras de sus obras, pero especialmente los diálogos entre Lina y Prokofiev durante su noviazgo me parecieron pedantes y muy forzados, con lo cual no me creía en absoluto lo que sucedía y no conseguía meterme dentro de su historia.
Otro fallo que le encontré a esta parte del libro es que todos esos importantes personajes que convivían en París con los protagonistas, como pueden ser Picasso, Hemingway, Ravel o Stravinski aparecen muchas veces pero como meros integrantes de una lista de nombres conocidos. Tan sólo Diaghilev o Coco Chanel tienen un cierto protagonismo, y yo creo que se podría haber sacado muchísimo más partido de semejante elenco de personalidades.
Por supuesto, ya he dicho que no todo en la novela fue negativo. Desde que Lina y Sergei se establecen en Rusia la historia da un vuelco y a partir de aquí el libro me gustó muchísimo más. Eso sí, la figura de Prokofiev me resultó muy difícil de soportar; tal como se le retrata en el libro el amor incondicional que Lina sentía por él es difícil de comprender, sobre todo en los momentos finales de su relación, ya que incluso en algunas ocasiones lo anteponía a sus propios hijos a pesar de su comportamiento.
Lina y Prokofiev en sus años más felices
El final es la parte que más he disfrutado de la novela, aunque tal vez la mejor palabra no sea disfrutar sino sufrir, porque aquí sí que sufrí con Lina su estancia en el gulag: podía sentir el frío, esas corrientes de aire que atravesaban su cabaña por la noche, las manos congeladas por el duro trabajo,... Incluso el estilo de Reyes Monforte me gustó muchísimo más en este último tramo de su libro. Como colofón, en unas notas sobre Lina que la escritora añade al final, la última de ellas nos cuenta que Stalin fue nominado al Premio Nobel de la Paz en 1945 y 1948, y creo que tras conocer cómo sufrieron millones de personas en los campos de trabajos forzados durante su mandato, este dato es clave para darnos cuenta de cuán ciegos podemos estar a veces, o de cómo nos intentan cegar, ante situaciones que nunca deberían haberse permitido. Da mucho vértigo pensar que, en este momento que vivimos, en alguna parte del mundo, seguro que hay personas viviendo el infierno que Lina vivió en su día; y nosotros estamos ciegos o, al menos, no lo queremos ver.
Una pasión rusa no es un libro que vaya a incluir, entre mis preferidos, pero tiene muchas cosas positivas. Sobre todo, que recupera la figura de Lina Codina y a través de ella podemos conocer el genocidio que sufrieron millones de personas en la Rusia de Stalin, y sólo por eso, porque se lee mucho sobre los campos de concentración nazis pero mucho menos sobre el gulag, ya merece la pena tenerlo en cuenta.
Nuestra propuesta para acompañar tu lectura: Montescos y Capuletos, del ballet Romeo y Julieta de Sergei Prokofiev