Una pastelería en Tokio. El miedo a la lepra

Publicado el 27 abril 2016 por Braveronica @braveronica

Aunque tengo la mala costumbre de hacer spoilers en los propios títulos de mis entradas –lo siento–, me gustaría reiterarlo una vez más, y es que el tema de esta entrada es precisamente el golpe de efecto de la japonesa Una pastelería en Tokio. En un principio, esta película trata sobre tres personas unidas a través de la pastelería de dorayakis que regenta una de ellas, Sentaro. La sorpresa llega a mitad del filme, cuando se descubre que Tokue, la anciana que ayuda a Sentaro a la hora de fabricar “anko” –el relleno de judías rojas de los dorayakis–, sufre de lepra.

A partir de este descubrimiento, ya no solo por parte de Sentaro sino también por parte de los compradores usuales de dorayakis, somos espectadores de cómo la sociedad da la espalda a los enfermos de lepra: la afluencia de clientes a la pastelería cae en picado como resultado de tener a una leprosa trabajando manualmente los dorayakis. Si bien es comprensible en cierto modo sentir reparo por comer algo que ha estado en contacto con una piel con protuberancias de la lepra, esto es fundamentalmente por desconocimiento de la lepra.

La lepra ya no es un peligro para la sociedad, una enfermedad altamente contagiosa cuyo único modo de prevención es no acercarse a aquellos que la sufren, como en Ben-Hur, en la que hacía falta un milagro para curarse. La enfermedad de Hansen –ese es el nombre oficial de la lepra– no solo no es muy contagiosa, sino que no es contagiosa en absoluto si el infectado sigue el tratamiento médico correspondiente. Sin embargo, el desconocimiento y los prejuicios llevan a que más de 180 000 personas en el mundo –dato de prevalencia en 2013 según la OMS– estén marginadas socialmente.

En Una pastelería en Tokio, Tokue vive en un sanatorio para leprosos. Indagando en la historia de Japón, llama la atención la existencia de este leprosario teniendo en cuenta que la ley de prevención de la lepra lleva veinte años derogada. Esta ley condenaba a los enfermos de lepra y sus familiares a trasladarse desde su casa a estos centros, que eran como cárceles, según el testimonio de uno de los enfermos recogido por El Diario. De esta forma, nos encontramos con que, aunque ya nada obliga –al menos teóricamente– a los enfermos de lepra a aislarse de la sociedad, los cuarenta años en que la ley de prevención de la lepra estuvo vigente ha creado un estigma social del que es difícil desprenderse. Por tanto, y como le pasa a Tokue en el filme, puede resultar más fácil vivir en un leprosario junto a otros enfermos que no se temen que intentar reintegrarse en una sociedad que da la espalda.

Los leprosarios que perviven en la actualidad están abocados a desaparecer, no solo por su falta de obligatoriedad sino porque en ellos únicamente viven personas mayores, como en Una pastelería en Tokio. Como decía antes, la vida en la actualidad no es Ben-Hur: un milagro ya no es el único modo de salvarse de la enfermedad y del consiguiente rechazo social, y es que la enfermedad de Hansen tiene cura desde los años ochenta. Según la doctora Pérez López en declaraciones a La voz de Galicia, “la lepra es perfectamente curable en un plazo de seis a doce meses y con la aplicación de tres potentes drogas muy específicas”. Así, los residentes en estos asilos son aquellos a los que la enfermedad ya había afectado antes de esta fecha.

Aunque los leprosarios vayan a desaparecer y con ellos gran parte del estigma social que conlleva padecer la enfermedad de Hansen, es necesario que no silenciemos el trato que reciben sus miles de enfermos. El rechazo a la enfermedad en todas sus variantes y a aquellos que la sufren no deja de ser la manera que tiene la sociedad de manifestar su miedo a la muerte, pero no por este instinto se ha de aislar a parte de la sociedad. Son personas iguales que las demás, con la única diferencia de haber tenido la desgracia de contagiarse con una enfermedad con tantos prejuicios.

Créditos: Todas las imágenes de esta entrada han sido extraídas del tráiler de Una pastelería en Tokio, disponible aquí.