Una pensión mísera para “un gran hombre”

Publicado el 03 abril 2012 por Rgalmazan @RGAlmazan

El interfecto se llama Gonzalo Pascual, socio de Díaz Ferrán, el anterior presidente de la CEOE. Y como dice aquel viejo refrán castellano “quién a buen árbol se arrima, buena sombra le cobija” (léanlo irónicamente). O también, “dos que duermen en un mismo colchón, se vuelven de la misma condición”.

Y es que son tal para cual. Truhanes más que empresarios, capaces de haber hundido todo lo que han tocado. Eran una pareja ideal. Se hicieron ricos juntos, consiguieron poder juntos –uno era presidente y el otro vicepresidente de la CEOE—, juntos abogaron hasta la saciedad por “la libertad de mercado” como solución de todos los problemas. Y ahí los tienen.

El tal Gonzalo Pascual tiene la medalla de oro al mérito turístico, quizá por haber hecho quebrar, junto a su socio, a Viajes Marsans o Spanair, o por haber malvendido Aerolíneas Argentinas.

Aquí tienen a los dos amiguitos, recogiendo trofeos de guerra empresarial

Como “buenos amigos”, se acusan el uno al otro de haber provocado la quiebra de sus empresas. Buena gente, compañeros en ganar y enemigos cuando pierden.

Bueno, pues como se ve que el mercado, ese dios en el que Gonzalo Pascual cree, le ha fallado, él tan creyente de la religión neoliberal se ha visto obligado a tener que pedir una pensión para alimentos por encontrarse en la ruina.

¡Hay que ver! Toda la vida despotricando contra papa Estado, y ahí le tienen, sufriendo la humillación de tener que pedirle una limosna, sin cortarse un pelo. Dejando su dignidad en el retrete, y teniendo que confiar ahora en su mayor enemigo. Las vueltas que da la vida.

Y lo que es más grave, un juez va y le otorga la pensión. En un mundo, como el español, donde todos los días se producen 160 desahucios, donde ingresan en el paro todos los días 4000 personas, donde cierran todos los días, decenas de pequeñas y medianas empresas, donde la gente se empobrece día a día, donde hay gente que no tiene dónde caerse muerta; hay jueces que tienen misericordia de los pobre empresarios.

En ese mundo, el señor (por decir algo) Pascual, con la ayuda del juez, ha conseguido una pensión de 2500 euros, por su cara bonita. La máxima pensión que puede recibir un asalariado cuando se jubila, después de haber jubilado durante más de cuarenta años. Y eso que ha habido suerte, porque el interfecto pedía 6000 euros mensuales, en concepto de manutención para él y su esposa. Está claro que el pobre no podrá comer jabugo y caviar todos los días y tendrá que dejar el Vega Sicilia y el champán francés para cuando le inviten.

De esta forma se ha creado un precedente peligroso. Imagínense que a todos los empresarios que dicen haberse hundido y que tienen sus bienes a buen recaudo, hubiera que darles una pensioncita como a D. Gonzalo. ¿Dónde está el riesgo que dicen correr?

Naturalmente el Consejo General del Poder Judicial, que debería velar porque los jueces cumplieran con su obligación, mirará para otro lado, y no pasará nada. Ese juez amigo seguirá dictando sentencias de este tipo, los empresarios seguirán riéndose de todos y los gobernantes creyendo que esto es lo más normal del mundo.

Añadamos a lo anterior que cuatro empresas turísticas les han denunciado, a él y a su socio Díaz Ferrán, por presunta situación de quiebra ficticia, puesto que dicen que han escondido la mayor parte de sus propiedades para evitar el embargo y el pago a sus acreedores. Al parecer, Pascual, ha pasado gran parte de su patrimonio a sus hijos y además parece que tiene propiedades en México, Holanda y Portugal.

Pues bien, en esta situación, le conceden esa pensión de 2500 euros. Quizá ahora tenga para papel higiénico. ¡Pobrecillo!

Salud y República