Nigel Warburton.Una pequeña historia de la filosofía.Traducción de Aleix Montoto.Galaxia Gutenberg / Círculo de Lectores. Barcelona, 2013.
Hará unos dos mil cuatrocientos años, ejecutaron a un hombre en Atenas por hacer demasiadas preguntas. Hubo otros filósofos antes de él, pero fue con Sócrates que la disciplina adquirió entidad. Si la filosofía tiene un santo patrón, ése es Sócrates. De nariz respingona, gordinflón, desastrado y un poco extraño, Sócrates no encajaba. Aunque era físicamente feo y solía ir sucio, tenía un gran carisma y una mente brillante. Todo el mundo en Atenas estaba de acuerdo en que nunca había habido alguien como él y probablemente no lo volvería a haber. Era único. Pero también extremadamente molesto. Se veía a sí mismo como uno de esos moscardones que pican: los tábanos. Son molestos, pero en el fondo no hacen ningún daño. Sin embargo, no todo el mundo en Atenas estaba de acuerdo. Algunos le adoraban; otros le consideraban una influencia peligrosa.
Así comienza Una pequeña historia de la filosofía, de Nigel Warburton, que acaba de publicar Galaxia Gutenberg / Círculo de Lectores con traducción de Aleix Montoto.
Con ese tono directo y cercano, entre un tábano clásico que llamamos Sócrates, cuyas palabras puso por escrito Platón, y un tábano contemporáneo –el australiano Peter Singer- discurre esta pequeña historia de la filosofía, un libro que enseña y divierte según el precepto horaciano.
Y con esa perspectiva se aborda un recorrido por la tradición del pensamiento occidental en cuarenta capítulos tan bien trabados entre sí que al final de cada capítulo se conecta a cada filósofo con el siguiente para trazar la línea continua de la tradición como una sucesión coherente de sistemas filosóficos.
De la verdadera felicidad que describió Aristóteles en su Ética a Nicómaco al jardín de Epicuro y a la resistencia inmutable del estoico y a la consolación de Boecio desde su celda de condenado a muerte.
De la isla perfecta de Tomás de Aquino al Leviatán de Hobbes; de la vida como sueño de Descartes a la mirada sombría de Pascal; de Spinoza, pulidor de lentes en Amsterdam, al elefante en la habitación de Berkeley el idealista; de la razón suficiente de Leibniz al escepticismo de Hume y su negación del argumento del diseño.
De Rousseau, el viajero ilustrado de buen corazón, al sedentario Kant, que revolucionó el conocimiento del mundo y la filosofía moral sin salir de Könisberg; de Hegel, que sabía que el búho de Minerva sólo vuela en la oscuridad, a Schopenhauer, que decía que la filosofía de Hegel, que lo llamó odioso ignorante, era una sarta de tonterías; del optimismo victoriano de John Stuart Mill a las especulaciones angustiosas sobre la fe de Kierkegaard.
De la partida de defunción de Dios que firmó Nietzsche a la aversión religiosa de Freud y Bertrand Russell, que detestaban la religión como fuente de infelicidad; de la libertad angustiada de Sartre y Camus a un Wittgenstein hechizado por el lenguaje; del Holocausto y la naturaleza del mal vistos por Hannah Arendt a la inteligencia artificial, la Prueba de Turing y el controvertido Peter Singer.
Entre un tábano y otro, porque –concluye Nigel Warburton- la filosofía comenzó con preguntas incómodas y desafíos difíciles. Mientras haya filósofos tábanos como Singer a nuestro alrededor, hay muchas posibilidades de que el espíritu de Sócrates siga determinando su futuro.
Un libro bien escrito, con capacidad narrativa y profundidad de campo en la mirada, sin concesiones al tecnicismo escolástico, centrado en lo que importa y ajeno a la abstracción metafísica, a las logomaquias o a las sofisticaciones silogísticas.
Santos Domínguez