Una pequeña reflexión para valorar lo que tenemos

Por Sandra @sandraferrerv
Dicen que la memoria es selectiva y que, con el tiempo, olvidamos las cosas malas de la vida. Los dolores del parto se podrían considerar cosas malas. Yo creo que sí. Recuerdo que cuando me encontraba en la sala de partos a punto de nacer mi segundo hijo pensé “¡ya no me acordaba de lo que dolía esto!”.
No voy a descubrir la sopa de ajos diciendo que es una experiencia que han vivido millones y millones de mujeres a lo largo de miles y miles de años de historia. Pero creo que lo que no está de más es que paremos a reflexionar un poco sobre la suerte que tenemos. Podríamos utilizar la frase aquella que dice “estar en el lugar adecuado en el momento idóneo” o algo así. Somos mujeres que hemos tenido la suerte de parir en el siglo XXI y en el mundo civilizado.
Tengo una muy querida amiga que ahora vive en Centroamérica. Digo yo que no hacía falta que se marchara tan lejos, pero bueno, esa es otra historia. La cuestión es que volvió a casa por Navidad y nos vimos y nos abrazamos con un pequeño bultito en medio de las dos impidiendo que nos espachurráramos como era debido. Vamos, que está embarazada. Así que tocaba hablar de lo típico, del parto. Y me explicó historias tan alucinantes para mí como que para paliar los dolores del parto, allí donde vive, como no tienen anestesia peridural pues se toman una cervecita o que usan una cuchilla para cortar el cordón umbilical, limpia, por supuesto. Con estos y otros comentarios yo, que no soy precisamente muy tolerante al dolor, me puse a temblar. Me consoló diciéndome que ella tenía la suerte de poder parir en una clínica privada.
Por eso el título de este post. Es verdad que a veces, muchas, nos quejamos del trato que nos dan en los hospitales, pero creo que en lo básico, tendríamos que estar agradecidas. Mi hijo mayor nació con un pequeño problema de respiración que si no llega a tener una incubadora al lado quizás ahora no estaría durmiendo plácidamente en la habitación de al lado.
Dedico este post a mi querida Bea. Primero jefa, luego compañera, y para siempre amiga. Me ha demostrado que miles de kilómetros no son problema para la amistad. Como me dijo una tía mía, espero que tengas una “horita corta”.