Una perspectiva errónea

Publicado el 05 septiembre 2011 por Josep2010


Dicen que el hombre es el único animal que tropieza tres veces en la misma piedra y yo modestamente añadiría que en mi contribución al aserto, los tropezones se cuentan por decenas y lo dejaremos así para no dar lástima, porque está comprobado que es mucho mejor dar risa que pena, penita, pena.

El viernes asistí -voluntariamente, lo confieso- al mega-multi-estreno del último producto confeccionado siguiendo los consejos de Don Dinero que, en mi opinión, cada vez acierta menos.

Siguiendo con la tónica imperante en nuestros días de llevar a las pantallas de cine traslaciones de tebeos a la búsqueda incesante de pingües beneficios por el probable interés de aquellos que conocen bien la obra gráfica sobre la que se basan, acaba de estrenarse en España Cowboys & Aliens inspirada en unos tebeos de los que no tenía ni idea y que deben revestir una complejidad enorme porque han sido necesarios nada menos que ¡siete! guionistas para acabar pergeñando una monumental cagada que no hay por donde cogerla, porque no es que haya agujeros negros en el guión de esa cosa: es que no tiene ni pies ni cabeza y mira que la base puede llegar a resultar atractiva; eso sí: en manos de gentes con dos dedos de frente.

Aunque puede que yo lo esté mirando desde una perspectiva errónea, excesivamente elitista o quizá snob, posiblemente más a causa de los años que llevo viviendo en esta tierra que a mis propios conocimientos cinéfilos derivados de simples visionados de películas digamos más clásicas, construidas respetando básicamente la mínima lógica de un relato y la inteligencia elemental de cualquier humano.

Porque puede ser que el inefable Jon Favreau -que no me resulta desconocido, como sabrán los amables lectores, pues me detuve en sus dos Iron Man (1) y (2)- haya querido filmar una especie de aventura paródica aunque siendo así le falta muchísimo sentido del humor; claro que quizás es que no he sabido conectar con el espíritu aventurero y novedoso que supuestamente impregna la trama.

Un hombre despierta en medio de ningún sitio en paños menores y con una pulsera enorme en su muñeca izquierda (*)(los brazaletes se llevan en los brazos, de ahí el nombre; lo de las muñecas se denomina pulsera porque ahí es donde usualmente se toma el pulso;de nada) y de la nada aparecen tres cazadores de recompensas que intentarán apresarlo y acabarán muertos por su feroz respuesta, rápida y mortífera como si fuera el mismísimo James Bond.

Cuando llega a un poblacho llamado Absolution (lo de los nombres de los poblachos de los western es campo abonado para una tesis) donde el dueño de todo es un viejo que se parece muchísimo a Indiana Jones, resulta que el pavo, con esa muñequera, es capaz de abatir una nave extraterrestre que, con otras, se ocupaba de atrapar con un lazo a los habitantes, sin distinción de sexo ni edad: la forma más cutre que he visto de abducir, aunque, bien mirado, dado el destino final de los abducidos, hay una cierta lógica.

Debe ser casi la única, porque los despropósitos rigen la función y el conjunto da la sensación de imprevisión e improvisación como método, con hallazgos increíbles que pueden resultar admisibles para un joven espectador adolescente falto de la experiencia de visualizar clásicos de la ciencia ficción, películas de la llorada Serie B falta de medios pero sobrada de talentos: cuando el tipo es requerido a soltar la muñequera por la bella "rara", admite que no tiene idea de cómo hacerlo, y ella le dice: no pienses en nada y se te caerá sola: entonces ella le morrea, y la muñequera se le cae. ¡Fantástico!(*) ¿Porqué no se le habrá caído mientras dormía?¿Un morreo, inhibe el pensamiento? En fin... por no hablar del final, rezumando ilógica en cantidades industriales: se supone que la explosión de una nave intergaláctica es la repera... ¿no vieron Star Wars? uffffff

Uno tiene la sensación que ese excesivo grupo de guionistas que intervinieron en confeccionar el desastre final partieron de una premisa absolutamente errónea: se dijeron: un tebeo que mezcla extraterrestres con el lejano oeste: ahí cabe de todo, un cachondeo. Y no. Claro que quizás no habían leído ni siquiera los tebeos, ni, por descontado, ninguna obra literaria de ciencia ficción en la que los viajes a través del tiempo y las invasiones a civilizaciones distintas se tratan con más cuidado. Se puede admitir perfectamente -yo lo hago, sin despeinarme- que los extraterrestres han visitado este planeta, y, lógicamente, lo pueden haber hecho en distintas épocas. ¿Acaso no admitimos que un tío pueda volar con los calzoncillos encima del pijama? Pero a partir de la premisa, el resto debe tener la misma lógica. En todo. O sea, en este caso, los malos, no pueden perder. Ni de coña. Claro que, entonces, la película ya no sería apta para menores.

Lo peor, no obstante, no es la debilidad del guión ni el pésimo trabajo interpretativo del elenco, todos con cara de palo las dos horas largas que dura la función: lo peor es que todo va como a trompicones, a saltos, con unas escenas rodadas con el habitual brío de Favreau pero, de nuevo, dejando una sensación de síncope ya que falta la unidad de ritmo que aglutine los pedazos y los convierta en una historia interesante.

Se me hace difícil entender que se paguen sueldos millonarios a esos que aparecen en el cartel y en los títulos de créditos con letras bien grandes, porque el producto final debería darles vergüenza. Una tomadura de pelo.