La historia es un encuentro de fechas, lugares y personas. Es impredecible, y sólo podemos intentar aprender de lo ya acaecido, por aquello de no repetir el error.Vana pretensión, me temo. Porque la memoria es breve, caprichosa y selectiva. Y la estulticia una constante en el devenir humano.
Si les pregunto por el detonante de la Gran Guerra, todos coincidirán en una fecha, el 28 de junio de 1914, un lugar, Sarajevo, y una persona, el archiduque Francisco Fernando de Austria.
Inglaterra y Francia son dos potencias europeas que se disputan la supremacía mundial desde el medievo. El 14 de octubre de 1066 anglosajones y normandos venidos de Francia combaten cerca de Hastings. La victoria de los franceses inaugurará ocho siglos de enfrentamientos quetendrán su colofón en las guerras napoleónicas, a principios del siglo XIX.El resto del siglo victoriano es un periodo de prosperidad y paz, en el que ambas potencias se reparten la soberanía sobre colonias, recursos y gentes todo a lo largo del planeta.
Son 16 meses de penurias, de enfrentamientos y enfermedades, de bosque y desiertos, hasta que el 10 de julio de 1898, tras 5.500 kilómetros de pesadilla, llegan al poblado de Fachoda.
Los ingleses les entregan a los franceses periódicos de hace pocos meses; saben de un escándalo que ha estallado en Francia, el “caso Dreyfus”. Casi dos meses más tarde, Francia e Inglaterra, que han estado a punto de llegar a la guerra, llegan a un acuerdo en el reparto de África, y el 3 de noviembre Marchand recibe órdenes de retirarse. Para que no haya deshonra, se aducen razones de salud del propio comandante francés. Kitchener le propone a su amigo que vuelva en una de sus cañoneras; en unas pocas semanas estará de vuelta en casa. Marchand se niega; lo considera casi un insulto. Pide permiso a su gobierno para completar la travesía por África, carga con barco, pianola y demás enseres y, 6 meses más tarde, alcanza la costa oeste.
El 14 de Julio de 1999 él y sus hombres recibieron un homenaje nacional en París.
EpílogoCinco años más tarde, el 8 de abril de 1904, el entendimiento que había comenzado en Fachoda fructifica en la firma de lo que se denominó el “entente cordial” entre Francia e Inglaterra. Tras ocho siglos de lucha, las dos potencias son aliadas.Se hace tarde, y tras un día agotador David Lloyd George, ministro, que llegará al cargo de primer ministro doce años más tarde, se dirige a su casa. Pero antes decide hacer una breve parada, y le indica a su cochero que se dirija a Charles Street.Se anuncia al mayordomo de Lord Rosebery, noble y político ya retirado, ex primer ministro. El conde lo recibe en su gabinete. En una vitrina se ven los tres trofeos que Rosebery ganó con sus caballos Ladas, Visto y Cicerón. Se dice que de joven Rosebery afirmó tener tres propósitos en la vida: ganar el Derby, casarse con una rica millonaria y llegar a Primer Ministro. Consiguió cumplir con su reto. El ya anciano estadista recibe al joven político con una expresión extraña en el rostro. “Bueno, supongo que estás tan contento como los demás con este acuerdo francés”. Lloyd George le confiesa que lo está, en efecto. “Estás completamente equivocado. ¡Significa que al final habrá guerra con Alemania!”
Fechas, lugares y personas. Y aprender de los errores.Antes de que sea tarde.
Antonio Carrillo