SILVERBLATT: El Nocturama [de Austerlitz]. Es una estructura para animales que únicamente están despiertos por la noche. Y casi sin solución de continuidad, la estación de tren a la que regresa se convierte en una suerte del doble del zoo. Los ojos de ciertos pensadores se convierten en los dobles de los intensos ojos de los animales nocturnos. Luego la estación recuerda a una fortaleza y hay una apertura gradual, un despliegue de estructuras e implicaciones. En virtud de esta lógica, quien habla bien podría ser el destinatario del discurso. Y esto se prolonga, me parece, con un referente invisible: a medida que pasamos del zoo a la estación de tren, de la estación de tren a la fortaleza, de la fortaleza a la prisión, al manicomio. lo que brilla por su ausencia es el campo de concentración…
SEBALD: Sí.
SILVERBLATT: Y que, moviéndose en círculos, esta presencia silenciosa queda fuera y, sin embargo, siempre se la está señalando. ¿Es así?
SEBALD: Sí. Me refiero a que su descripción se corresponde en gran medida con mis intenciones. Siempre creí que era necesario, antes que nada, escribir sobre la historia de la persecución, del vilipendio de las minorías; del intento, casi logrado, de exterminar a todo un pueblo. Y al mismo tiempo que perseguía estas ideas, era consciente de que es prácticamente imposible hacerlo. De modo que tienes que encontrar una manera de convencer al lector de que esto es algo que está en tu cabeza pero en lo que no te extiendes necesariamente, por así decir, en cada página. Al lector se le tiene que sugerir que el narrador tiene ciertos principios, que se consagra y quizás se ha consagrado durante mucho tiempo a estas cuestiones. Y esta es la razón por la que las principales escenas de horror nunca se abordan directamente. Creo que basta con recordárselo a la gente, puesto que todos hemos visto fotografías, aunque esas imágenes dificultan nuestra capacidad para el pensamiento discursivo, para reflexionar sobre estas cosas. Y también paralizan, por así decir, nuestra capacidad moral. Así que el único modo mediante el que uno puede aproximarse a estas cosas, en mi opinión, es oblicuamente, tangencialmente, mediante la alusión más que por enfrentamiento directo.
SILVERBLATT: Me parece, no obstante, que por añadidura se trata del asunto invisible a medida que uno lee el libro y ve morir polillas o muchas de las imágenes. Es como si hubiera convertido en un poema de asunto invisible, al que remiten todas sus imágenes, una metáfora que no declara su fundamento, sólo su vehículo, como se solía decir.
SEBALD: Sí, exacto. Ya sabe, le debemos a Virginia Woolf el maravilloso ejemplo, que seguramente conoce usted mejor que yo, de una descripción de una polilla a punto de morir en el cristal de una ventana en algún lugar de Sussex. Es una pasaje de apenas dos páginas, creo, y lo escribió en algún punto, en términos cronológicos, entre los campos de batalla de la Somme y los campos de concentración erigidos por mis compatriotas. No hay ninguna referencia a los campos de batalla del Somme en este pasaje, pero uno sabe, como lector de Virginia Woolf, que la perturbó enormemente la Primera Guerra Mundial, sus repercusiones, el daño infligido a las almas de la gente, las de aquellos que escaparon de ella y, naturalmente, las de aquellos que fallecieron. Por lo tanto pienso que un asunto que a primera vista parece bien lejos del problema no revelado de un libro puede compendiarlo.
[…]
SILVERBLATT: En cierta ocasión me explicaron que en la prosa alemana existe algo que se denomina das Glück im Winkel: la felicidad a la vuelta de la esquina. Considero que su radical contribución a la prosa reside en haber aportado una sensibilidad de lo mínimo, de la miniaturización, en medio de la enormidad del mundo después de los campos de concentración. Y así, un particular tono —completa o últimamente olvidado— retorna en el siglo posmoderno, de resultas de lo cual se asoma un extraordinario eco, un abismo casi inmediato entre la prosa y el tema. Automáticamente surgen fantasmas, resonancias, estados de trance: casi como si le estuviera dando permiso al mundo para ulular en la caracola que representa este tipo de prosa.
SEBALD: Bueno, creo que [Walter] Benjamin dice en un momento dado que no tiene sentido exagerar aquello que ya de por sí es horrible. Y a partir de esto, si lo extrapolamos, uno podría concluir que tal vez, para alcanzar una cabal comprensión de lo horrible, uno debería recordarle al lector los beatíficos momentos de la vida, pues si únicamente habitas con tu imaginación le monde concentrationnaire, entonces de alguna manera serás incapaz de percibirlo. Por lo tanto requiere este contraste. La naturaleza anticuada de la dicción o del tono narrativo no tiene en consecuencia nada que ver con la nostalgia de un tiempo mejor que quedó atrás, sino que se trata, sencillamente, de algo que, por así decir, realza la conciencia de aquello que el hombre llegó a tramar en este siglo.
W.G.Sebald
«Una conversación con Michael Silverblatt»
6 de diciembre de 2001
Emerge, memoria. Conversaciones con W.G. Sebald
Traducción: Cristian Crusat
Editorial: KRK Ediciones
Foto: W.G. Sebald en París, 1998.