Debemos exigir a todos los musulmanes pacíficos, moderados y con voluntad de integrarse en España que colaboren activamente en acabar con esta aberración del yihadismo asesino. Más allá de sus tibias manifestaciones públicas, que no garantizan ni solucionan nada, ha llegado la hora de comprometerse y tomar partido: o están con España y los españoles o están con la chusma que quiere liquidarnos porque nos odian y porque no adoramos a Alá, al que ellos consideran el único y exclusivo dios. Si no contribuyen a la paz y a la seguridad nacional, si no se integran ellos mismos en la lucha contra los criminales, señalando públicamente a los responsables en su entorno, hay que expulsarlos por ser enemigos de nuestro país y de nuestra convivencia. Es únicamente una cuestión de seguridad nacional y un deber del gobierno, que debe ocuparse de garantizar la vida de los ciudadanos de su país.
Los yihadistas cortacabezas y asesinos de mujeres y niños están amenazando a España cada día con mas insistencia. Las autoridades deben tomar medidas eficaces no solo porque es lo que exige la seguridad nacional, sino porque es deber de todo gobierno democrático defender la seguridad y la vida de sus ciudadanos.
Los servicios de inteligencia de Estados Unidos e Israel cifran en un centenar los españoles encuadrados en las filas del Estado Islámico, 30 de los cuales habrían muerto. El resto, junto con sus superiores militares y responsables políticos, no paran de amenazar a España con ataques terroristas que preparen el terreno para la deseada reconquista de Al Andalus.
Los expertos saben y lo repiten hasta la saciedad que la única vía eficaz para acabar con los lobos solitarios y el yihadismo infiltrado, que ya está en nuestras ciudades y que se esconde agazapado en espera de recibir la orden de disparar, es implicando a los musulmanes que se proclaman pacíficos y españoles. Ellos tienen que sentir que el resto de los españoles les exigimos que tomen partido, que no solo emitan unas notas tibias de condena cada vez que sus correligionarios y compatriotas queman iglesias cristianas, asesinan, decapitan o abren el vientre de mujeres que se niegan a convertirse al Islam, sino que colaboren con las fuerza de seguridad para detectar a los asesinos durmientes que ya están en nuestras ciudades.
Esa política de implicar a los musulmanes moderados y decentes en la lucha contra el crimen islamista, unida a la expulsión inmediata de España de aquellos que llegan para delinquir o para asesinar, sin ánimo alguno de trabajar e integrarse en la cultura que les acoge, es el único camino para derrotar esa invasión criminal musulmana que amenaza nuestra convivencia y nuestra cultura milenaria.