En los pocos momentos que esto te deja respirar te pones a repasar en tu vida si has tenido algún momento similar para poder averiguar de donde sale esta presión. Y caes en la cuenta. La primera vez la sentiste fue aquella vez que se te rompió el discman (ese aparato desconocido para los mas jóvenes) y no podías escuchar tu música favorita. También lo sentiste aquella vez que te fuiste de vacaciones con solo un libro y te lo acabaste demasiado pronto.
Pero ahora mismo no tienes esos problemas, escuchas música a cada momento y siempre consigues sacar un ratito para leer alguna pagina. Entonces, ¿que es?
Escribir.
Crear una historia con tus manos, moldear unos personajes, darles felicidad, entretenerles, ponerles dificultades y ayudarles a superarlas. De ahí viene esa presión.
Y en el momento en que descubres de que se trata, puedes coger una gran bocanada de aire, la presión no desaparece pero notas un cambio en ella, ahora arde y aunque sigue sin dejarte respirar fácilmente ese calor que te invade desde el pecho es gratificante.
Con una sonrisa, abres ese documento que tenias tan olvidado y comienza a fluir todo como antes y cuando te das cuenta, ya no existe ninguna presión en el pecho.