Inquietante es observar a Branding declamando su texto, cuando obligado, busca en el mismo la fuente de una buena y única promesa que acredite su Imagen Corporativa dentro del sector empresarial.
Dicha postura equivale a idolatrar la voz literal del propio texto buscando en él y en su propuesta, el poder convertirse en el fiador del supuesto modelo, adalid del negocio que ostenta.
De este modo, el impedimento de Branding llega a la encrucijada de su propia acepción, ¿qué entendemos por Branding?. Entonces, asiste a una escenificación convencional donde se encuentran la gran mayoría de los negocios en los que el consumo teatral de sus mensajes se desvanecen sospechosamente en una puesta en escena que acusa una incoherencia de principio a fin entre lo que dicen que son y lo que verdaderamente emprenden.
Sería mejor probar sobre ese texto diversas opciones y constatar qué lecturas se derivan de cada una de ellas, y ratificar pues, que una promesa no es en sí la que tolera una imagen de empresa más que otra, sino que serán las hipótesis y estudio de estas lecturas concretas las que interroguen a dicho texto poniéndolo en entredicho y forzándolo a las acciones sinceras que validarán la eficacia y la actualidad del Branding.
Pero el compromiso ha de alcanzar la demanda social emergente y con las lecturas, se aspira a configurar un universo empresarial autónomo estableciendo la estructura funcional y emocional que propicie un nivel de realidad en la entidad, cercana a la consonancia de sus actos.
La invitación de un legítimo equipo de Branding es portadora de códigos que trabajan la comunicación bidimensional, y una de sus premisas de intervención, garantiza que con una promesa responsable se puede reconstruir y generar el modelo de negocio que transforme la Imagen Corporativa en imagen de Marca mediante el diseño de eventos estratégicos que se apoyan en un dotado Marketing de Experiencias.