El acelerado crecimiento industrial durante los siglos XIX Y XX, ha mostrado un paraje distinto en términos de la configuración espacial y social. Lo rural ha ido progresivamente en transformación, dándole un lugar a la ciudad.
Los bosques, las especies tanto vegetales como animales, los suelos, han ido sufriendo desplazamientos en su misma naturaleza. A partir de esto, el significado del Hábitat se ha vuelto amorfo. Lo inadecuable, se ha adecuado. El bosque en el que solían correr los venados cola blanca se ha deforestado y al venado se la ha creado un bosque artificial. La esperanza de vida de muchos seres vivos ya no es la misma.
Es necesaria la interrelación de lo natural con lo natural, de lo contrario aparece en escena, lo innegable, la restricción de lo que posibilita la vida. El ambiente, que no es otra cosa que el espíritu natural para lo natural. Es el sentido de lo dado. Es el aceite que hace girar la rueda, que permite el movimiento de la bicicleta tras la fuerza empleada por un cuerpo.
Pueden existir especies, pero si se aíslan, no se pueden ver las combinaciones que permiten el movimiento de lo posible, de la vida. Y se encontrara un escenario de negaciones, donde lo real es la misma desnaturalización de lo natural desde el cercenamiento de lo ambiental.
El ser humano ha construido un prototipo de lo natural desde lo artificial, pero la gracia de lo ambiental solamente reposa en las manos de las relaciones de unos con otros, en el orden natural entre una cosa y otra.