Por Cláudia Morán
Dos manifestantes protestan sentados y protegidos por sus paraguas en el distrito Central de Hong Kong / DENNIS M. SABANGAN – EFE
Las revueltas árabes, el 15-M, Occupy Wall Street, las protestas en Taksim y ahora la Revolución de los Paraguas. Democracia real. Hay quien dice que la corrupción es algo inherente al ser humano, pero yo opino que es la revolución. Por eso la actual protesta en Hong Kong es una de las pocas cosas del gigante asiático que no nos suena a chino. Son decenas de miles, son jóvenes -la mayoría de ellos- y no están dispuestos a que les arrebaten ni un ápice de democracia.
No caigamos en el error de pensar que es normal que esto ocurra en Hong Kong por el hecho de formar parte de China. Hong Kong es una Región Administrativa Especial lo cual, en resumen, significa que tienen una especie de constitución propia que incluye la libertad de expresión y de reunión, y hasta ahora también podían elegir por sufragio universal a su gobernante local. Hasta ahora, porque a partir de 2017 será un comité de peces gordos simpatizantes del gobierno de Beijing quien escoja a los candidatos, según ha decidido el propio gobierno. Y esto de que sean los empresarios y multimillonarios de un país los que mueven los hilos nos suena a todos.
Los hongkoneses no esperaban que el gobierno central fuera a quitarles su “ventaja” democrática por varios motivos: el primero, porque Hong Kong siempre ha sido un destino cómodo para los visitantes e inversores internacionales al ser una región financiera y no estar asociada a la falta de libertades del régimen chino; y el segundo, porque cualquier posible agitación en la zona podría alterar terriblemente la fluctuación de los mercados. Sin embargo, la hipocresía ha salido a la luz: quien manda es Beijing y los antidisturbios, gas lacrimógeno en mano, se han lanzado a las calles para aplastar a los manifestantes, escudados únicamente con sus paraguas.
Hay que decir que este no es el único motivo por el que los jóvenes hongkoneses se han echado a la calle. La protesta, alentada por el movimiento Occupy Central, está motivada por la desproporción entre el brutal crecimiento económico de China y los pocos beneficios que está notando el colectivo joven, entre los altos precios de la vivienda y la desigualdad de oportunidades.
Como siempre ante una revuelta en países considerados poco democráticos, las reacciones internacionales de condena a la decisión de Beijing no se han hecho esperar, como la de Estados Unidos y Reino Unido (del que Hong Kong fue colonia hasta 1997). Ante estas reacciones, el gobierno chino ha declarado que no admitirá injerencias extranjeras de ningún tipo, lo cual hace pensar que quizá este es el mismo motivo por el que ha decidido restar libertades a Hong Kong.
Sea como sea, los manifestantes siguen su lucha por una democracia real y no parecen tener intención de volver a sus casas a descansar. Por otra parte, el gobierno chino ya ha dado su opinión: que las protestas son ilegales. Como si se pudiera prohibir eso tan inherente al ser humano que es la revolución.
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