-Una rosa por la oxitocina innecesaria que me hizo insoportable el dolor de las contracciones en el parto de Alejandro.
-Una rosa por los tactos frecuentes y altamente invasivos en mi primer parto, incluyendo uno en el que le colocaron un cable en la cabecita del nene para valorar que no había sufrimiento fetal a pesar de que el monitor indicaba que todo marchaba bien.
-Una rosa por la episiotomía innecesaria del parto de Alejandro mientras daba a luz en un quirófano megailuminado y las miradas de demasiadas personas.
-Una rosa por la matrona que despreció mi instinto de mujer y madre en dos ocasiones (y que decía que algo no marchaba bien) y por la que mi hijo nació 10 semanas antes de lo esperado.
-Una rosa por la segunda episiotomía innecesaria en el parto prematuro de mi hijo Iver por el propio miedo de la ginecóloga y la matrona de que algo pudiese ir a peor. Una episiotomía que ha estado un año dándome problemas, por la que estuve tomando medicación para poder moverme y ver a mi hijo en la UCI a pesar del tremendo dolor que me causaba, de la que aún en ocasiones siento molestias aunque voy curando emocional y físicamente.
Os invito de nuevo a que unáis de alguna manera a las propuestas realizadas desde La revolución de las rosas: movimiento por el fin de la violencia ginecólogica y obstétrica, surgido a raíz de que un ginecológo publicara en la Gaceta Electrónica de la Sociedad Española de Ginecología y Obstetricia unas viñetas denigrantes, de mal gusto y faltas de respeto hacia la mujer.