Candelaria Pérez nació en fecha desconocida del año 1810 en el barrio de La Chimba, en la ciudad de Santiago de Compostela. Hija de un humilde artesano, no recibió una educación formal y pronto tuvo que empezar a trabajar como empleada doméstica. En 1833 se trasladó a vivir a Perú donde fue requerida por una familia de origen neerlandés. Candelaria trabajó duro y cuando consiguió ahorrar un poco de dinero decidió abrir un negocio en El Callao bautizado como "Fonda de la chilena".
La vida tranquila de Candelaria terminó pronto. Hacia 1837, Bolivia y los territorios del Alto y el Bajo Perú firmaban el Pacto de Tacna por el que se formaba una Confederación que fue considerada por Chile como una provocación y amenaza territorial. Cuando estalló el conflicto Candelaria se encontró en territorio enemigo, como muchos de sus compatriotas que encontraron en su fonda un lugar de encuentro. Sin embargo, el local de Candelaria también estaba frecuentado por peruanos por lo que la tensión entre la clientela terminó derivando en constantes discusiones y peleas que acabaron por destrozar su negocio.
El hecho de haber vivido en Perú se convirtió en un valor importante para el ejército chileno al que ayudó a moverse por territorio peruano. Candelaria no sólo ejerció de cantinera, enfermera y guía, también participó activamente en el campo de batalla como un soldado más. Su labor en la guerra le valió ser ascendida a sargento, convirtiéndose en la primera mujer en Chile en alcanzar dicho rango. Admirada por sus compañeros y por sus compatriotas, su figura fue incluso alabada por los altos dignatarios chilenos. Pero todo quedó en eso, en bonitas palabras.
Terminado el conflicto, la figura de Candelaria Pérez fue cayendo en el olvido. Falleció sola y pobre el 28 de marzo de 1870 sin que prácticamente nadie llorara su muerte. Tan sólo cinco personas le dieron su último adiós.
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