Una tarde de agosto

Por Naturalista
Extractos de mi cuaderno de campo - "el de limpio", el que está escrito días después de cada salida a partir de mis notas rápidas tomadas en el ecosistema: Moraleja, 24 de agosto de 2008
Nada más llegar, un halcón peregrino sobrevuela la casa a gran altura, y sube y sube hasta perderse en el azul. Hace viento, y mis abejas y avispas no se prodigan, pero veo varias veces a la Sphex… cuya vida, pienso al contemplarla, ya me ha contado Fabre. Recorro unos taludes arenosos junto al viñedo, cerca del campo de cardos cuco, pero no veo ninguna avispa zapadora. En el monte encuentro dos lagartijas colilargas jóvenes, muy pequeñas (unos 7 cm); bajo una piedra en el erial de las tarántulas un ácaro trombídido caminaba tanteando con las patas delanteras torpemente.   Observo el muro de la casa y de la caseta del pozo; solamente hacia el lado Este hay nidos de abeja y avispa. Bajo las tejas, cerca de los peligrosos embudos de seda de las arañas Segestria, una avispa alfarera ha construido sus diminutas bocas de jarrón. En el interior quedan los restos del capullo de seda de la crisálida, y varias patitas negras no comidas por la larva. Parecen de abeja, quizá sean los nidos de Euodynerus dubius. Bajo el alero del pozo, siempre dando al Este (¿por qué? ¿más calor y menos lluvia?), hay diminutos “churretes” que remedan la concha de un caracol algo desenrollada en vertical y resultan ser nidos tubulares de seda forrados de arcilla y arena; dentro hay restos negros que debo examinar con más detenimiento. Algunos no están abiertos, los conservaré para ver qué sale. El último tipo de nido es de una abeja carpintera, que ha cortado tallitos de gramínea seca y, tras afianzarlos en vertical sobre la pared blanca de la casa, mediante “seda”, ha puesto un huevo dentro. Encuentro en un tallo grande la cutícula de su crisálida vacía, y en otro está la larva, oronda y blanca; quizás pueda criar unas cuantas para ver de qué especie son. La mejor candidata es la especie de Ceratina azul que aún se ve sobrevolando los cardos cuco. Todos estos nidos están en vecindad peligrosa, rodeados de guaridas sedosas de Segestria en cuyas bocas de embudo, a modo de advertencias o siniestros trofeos, cuelgan las carcasas de sus presas… moscardas negras, sobre todo, pero en el pozo, bajo las tejas, veo una avispa Sphex. Capaz de matar a un gran grillo, y muerta por una araña. Cerca de la casa, entre las cepas, veo otro enemigo suyo, la hormiga aterciopelada del género Dasylabris que ya encontré en los taludes arenosos que exploré la semana pasada. Sobrevuela el tejado de la casa, como una exhalación, otra Sphex. Uniendo cabos, deben de buscar al ocaso, quizás, a los grillos que habitan bajo las tejas, los Thyreonotus corsicus. Todo esto, Moraleja, empieza a cobrar verdadero sentido. Al anochecer, sorprendentemente, ¡cantan muchísimos grillos! ¿Serán los adultos que nacieron esta primavera? En julio apenas se oía grillo alguno. Ya ni una cigarra, todo cambia en pocas semanas. Junto a La Calera, un alcaudón común muerto, atropellado; dos avispas polistes lo sobrevuelan. Vi varios hoy, y perdices, gangas y urracas, junto a la casa. Volviendo a La Solana desde Alhambra, anocheciendo, dos avutardas me sobrevuelan.