Cuando llegué a Lake Lanier, después de pasar 45 minutos en carretera por una autopista impasible desde el Downtown, supe que ese es el sitio de Atlanta al que van todos cuando quieren escapar un rato de la ciudad. Árboles muy altos, caminos tranquilos, un paisaje amplio que se abre ante la mirada y que sólo invita a no tener ningún tipo de prisa. Los reflejos del lago se cuelan en todos los rincones, los jugadores de golf pasan de un lado a otro buscando el mejor golpe; los botes se agolpan y arman una fiesta de sonido al lado de una playa artificial. Lo mejor de estar en Lake Lanier, es la promesa de tener un buen atardecer.