Mi amiga me dijo, que ya estaba yo otra vez fantaseando con las vidas ajenas, que aquél hombre solo estaba tratando de refrescarse en la fuente porque la tarde-según ella- había estado soleada y calurosa, que luego, simplemente se había cubierto de nubes. Yo me uní a la tarde y guardé silencio.
Texto: María Isabel Machín García