Terminé este libro hace ya unas semanas pero, como siempre me sucede con los libros que me entusiasman, la reseña se me hace cuesta arriba porque no puedo expresar lo mucho que me ha gustado. Es de esas novelas que te hacen sentir en paz con la raza humana y feliz de poder disfrutar tanto con un libro.
Con el primer párrafo, el autor me ganó para siempre; y es que Paul Milliron, el narrador, es un chico al que se le coge cariño desde el principio. Nos cuenta todo con mucha chispa pero también, cuando ciertos momentos de la infancia lo requieren, con cierta sobriedad. Es el mayor de tres hermanos, el responsable, el que disfruta yendo al colegio no solo por el recreo, los juegos y las peleas, sino también porque le encanta aprender. Son huérfanos de madre desde hace poco más de un año y su padre, Oliver Milliron, pese a ser un hombre inteligente y trabajador, digamos que no lleva muy bien el tema de organizar la casa, la comida y mantener a los niños dentro de cierto orden, así que decide contratar un ama de llaves tras ver un anuncio que casi-casi se adapta perfectamente a sus necesidades (NO COCINA, PERO NO MUERDE). La noticia corre como la pólvora en el pueblecito de Montana donde viven y, después de mucha expectación y de soportar algunas habladurías, conocerán a la mujer que cambiará sus vidas para siempre: Rose.
Por si este cambio en la rutina no fuera suficiente, pronto tendrán también un nuevo profesor en la escuela: Morrie. Los niños van a una de aquellas escuelas unitarias en las que todos, de todas las edades, asistían a la misma -y única- clase y a la que algunos llegaban después de cabalgar durante varios kilómetros antes del alba. Morrie supondrá un nuevo aliciente para levantarse cada día y aprender cosas maravillosas porque sus métodos de enseñanza son muy especiales. Se encarga de que los niños se fijen en algo que les guste o les llame la atención y estudien e investiguen todo sobre ello; ¡es la mejor manera de aprender!
Todo lo que los hermanos Milliron saben sobre Rose y Morrie es que tuvieron un negocio que les convirtió en adinerados y que eso les acabó llevando a la perdición, signifique lo que signifique. Ahora buscan una nueva oportunidad en Marias Coulee, alejados de aquello que no supieron hacer bien.
El pueblecito donde se desarrolla la historia es como un personaje más: punto de encuentro, a principio del siglo XX, de un montón de personas que dejaron todo atrás para establecerse y salir adelante en el oeste, lugar lleno de promesas pero vacío de todo lo demás. Creo que pueden pensar que hicieron una gran labor allí, pues fueron ellos los que construyeron sus propias casas, los diques en los ríos, las canalizaciones y las escuelas donde estudiarían sus hijos… Me parece que tuvieron mucho valor al tomar la decisión de vivir en un lugar donde no había nada.
Por la época y el lugar supongo que lo comparan con Stegner y Maclean, pero por la historia yo también le pondría una pizca de Cuatro hermanas (Jetta Carleton) por lo entrañable de la familia Milliron. No he querido contar mucho sobre la historia para que cada uno pueda descubrirla por sí mismo, pero todos los personajes son especiales, tanto los niños como los adultos. De verdad que todos nos merecemos una alegría -literaria- de vez en cuando y por eso lo recomiendo; es uno de los mejores libros que he leído este año.
Disfrutad.
Título: Una temporada para silbar Autor: Ivan Doig Editorial: Libros del Asteroide Encuadernación: Tapa blanda con solapas ISBN: 978-84-92663-42-2 Páginas: 350 Precio: 21,95 € RETO 2011: Bario, Ba Propósito personal: No lo cumple