Siguiendo con esto de hacer posts cortos sobre libros que me encontré por allí, quisiera dedicarle unas líneas a Indecent Theology de la argentina Marcella Althaus-Reid.
La primera cosa que resalta en el libro, desde su portada, es lo que deseo llamar una retórica de la trasgresión. La autora se esmera demasiado, me parece a mí, por usar giros que quiebren el orden convencional del discurso teológico. Tendrá el lector que hacer sus propios juicios, pero sin sentirme un estudioso conservador en ningún sentido, percibo el libro más retórico que analítico y siento que el excesivo ánimo trasgresor no aporta de modo particular al desarrollo de las ideas. Aun cuando la referencia sexual sí resulta importante, como veremos.
La autora usa la figura de escribir teología sin ropa interior (2) para tratar de encerrar un poco su propósito. Es, en cierto sentido, quitarse las vestiduras de una teología anquilosada y atada por los cánones establecidos, pero es la vez una teología en contacto real con la sexualidad, como la mujer que siente con más libertad su sexo sin la ropa interior, como las mujeres que venden limones en la Argentina y a las que la autora refiere una y otra vez.
La autora se reclama heredera de la teología de la liberación, tradición en la que se formó política, intelectual y espiritualmente; sin embargo, propone también su superación al modo de la dialéctica de enraizamiento-despedida de la que hablé en el post anterior en referencia al libro de J. I. López Soria. En ese sentido, la teóloga promueve la hermenéutica de la sospecha pero la extiende más allá de los márgenes convencionales de la teología de la liberación para llevarla al terreno de la opresión sexual tácita o explícita (4). La de Althaus, entonces, es una mixtura entre teología de la liberación y teología feminista con ribetes de lenguaje queer.
El libro, aparentemente, está bien rankeado en su género. Toca revisarlo con más detalle para ver el grueso de sus ideas; sin embargo, tengo algunas sospechas preliminares. El exceso de retórica trasgresora-posmodernona nunca me ha entusiasmado mucho. Suele correrse el riesgo de un lenguaje que termina siendo vacío. Ojalá me equivoque.