Una tercera españa

Publicado el 06 febrero 2016 por Franky
Presentamos hoy una nueva colaboración, un artículo que describe el presente con acierto, como si fuera la confrontación vieja entre los dos bandos que combatieron en la guerra civil de 1936, unos con el águila de San Juan y otros con la hoz y el martillo. Aunque parezca increíble, los españoles somos tan estúpidos que preferimos destruirnos a cooperar y luchar en común por un mundo mejor. El grito que lanza el autor al final del artículo "Dejemos de ser mediocres y comencemos a ser brillantes" es la única receta que puede salvar a España, una receta que desconocen, por desgracia, nuestros vulgares y miserables políticos. --- Tenemos que ser los españoles del aquí y ahora ¿Alguna vez estaremos a la altura de las circunstancias? ¿Será que realmente amamos nuestra historia y por eso nos empecinamos en repetirla una y otra vez?

Parece mentira que en los años que estamos todavía, no sólo queden mentalidades «guerracivilistas», sino que participen de esta dualidad individuos nacidos después del 78, y lo que es todavía más nauseabundo, que sirva de arma y fundamento político. El viejo problema de «las dos Españas» no sólo no quedó zanjado en su momento, sino que, además, ha sido heredado por las generaciones de hoy. Es verdaderamente lamentable.

Gente que va por ahí con el águila de San Juan sobre la Rojigualda y con la tricolor deseando una especie de, sí, revancha. ¿Pero, revancha de qué? ¿del '39 para unos y del '78 para otros? ¡Pero si la mayoría no habíamos ni nacido! y lo que es más, de los que sí habían nacido muchos vivieron la transición de pasada. ¿Es que no es suficiente con los problemas el siglo XXI? ¿Vamos a heredar, encima, el hacha de guerra, un hacha de guerra que no nos es legítimo, de algo con lo que las generaciones de hoy en día no tenemos nada que ver?

No, no tenemos nada que ver con lo que se hicieran nuestros tatarabuelos mutuamente, y lo que es más, se nos deberían caer las lágrimas por la vergüenza y el dolor. En lugar de estar resentidos con los antepasados de nuestros compatriotas y volcar rencor sobre nosotros mismos, deberíamos mostrarnos el más sincero respeto y las más sentidas condolencias.

Pero en lugar de lamentar profundamente lo más desolador de nuestra historia reciente, resulta que los ancestros ideológicos que hay detrás de nuestro "pluralismo político" se reducen, principalmente, al yugo y las flechas, por un lado, y a la hoz y el martillo por otro. Casi nada. Dos mentalidades irreconciliables, pero cortadas con la misma tijera, que se niegan a reconocer todo lo que tienen en común y que encima se atreven a hablar de Democracia. Esto es una insolencia inadmisible.

Lo mejor que se puede hacer con «las dos Españas» es permitir que cada cual le otorgue un destino digno a los restos de sus familiares y condenar públicamente aquel régimen y las atrocidades cometidas por ambos bandos durante la Guerra Civil Española, así como las causas que la provocaron. Es necesario, pues todo este asunto sólo trae, únicamente, aversión mutua entre españoles y dolor innecesario. Se ha de mostrar la historia tal y como fue, con total objetividad, sin puntos de vista ideológicos, simplemente para tenerla en cuenta y aprender de ella, para que jamás se repita, por dignidad histórica y por nuestro propio progreso.

No se puede cambiar el pasado y tampoco tiene ningún sentido heredar odio. Ahora, más que nunca, tenemos que ser nosotros mismos y aplicar el sentido común y la coherencia. Tenemos que ser los españoles del aquí y ahora. Tiene que surgir, a la mayor prontitud, una auténtica tercera España que se cree a sí misma, que no beba de FUNDAMENTOS OBSOLETOS y haga desaparecer, de una vez por todas, a los fantasmas del pasado.

Una tercera España que traiga consigo el renacimiento cultural, una nueva ilustración, una nueva visión del hombre y otra perspectiva ante la vida. Ha de surgir a partir del conocimiento, no puede ser de otro modo. La Educación es lo más importante, y como el fénix que renace de sus cenizas, nosotros tenemos que resurgir a partir de los libros y a través del pensamiento crítico.

«La mente es un fuego que hay que encender», como me gusta decir, en nuestras cenizas aún quedan ascuas. Dejemos de ser mediocres y comencemos a ser brillantes.

Rubén Pérez Macías