Una trilogía barcelonesa (I): La sombra del viento

Publicado el 30 mayo 2012 por El Ninho Naranja @NinhoNaranja
No soy muy dado a venerar sagradas trilogías literarias o colecciones de tomos con un cierto alzamiento friki, como muestra el no haber leído ni un sólo ejemplar de Harry Potter, la saga Crepúsculo o los best sellers de Dan Brown o Ken Follet. No es snobismo ilustrado (porque he releído con fruición varias veces ‘El Señor de los Anillos’ y disfruté como un enano de la trilogía ‘Millenium’ a pesar del pestuzo comercial que destilaba), sino más bien una cuestión de principios. El mundo de la narrativa de ficción, está lleno como muchas otras expresiones culturales, de artesanos y factorías, y desde que Stephen King defraudó mis ansias juveniles con su cada vez peor (y rebuscada) literatura de mercado, no tomo con buenos ojos, cualquier intento similar por aunar, novela y mercadotecnia. Por muchos millones de ejemplares que vendan y muchas reseñas lameculos tengan el señor Grisham y Mr. Coelho.Reconozco que a veces peco de blando, porque no todo en la vida es Houellebecq, a veces me avengo a razones con gente como Terry Pratchett o más recientemente con George R.R. Martin, al que di un tiento antes del éxito de la serie ‘Juego de tronos’, pero mucho después de su consagración de masas.Todo esto lo digo, porque si tengo que hablar de Carlos Ruiz Zafón y de ‘La sombra del viento’ (como haré después con sus dos continuaciones) tendré que comerme mis palabras y prefiero asentar las bases primero. Porque dudaréis en mi pleitesía, si es que este señor me paga en francos altas sumas por hacerle así la corte, pero es que no puedo dejar de descubrirme ante él. Sombrero me quito y hasta el cuello si Daniel Sempere (o cualquier miembro generacional del clan) me lo pidiese.Leí ‘La sombra del viento’ por primera hace casi diez años y por algún motivo me cautivó. Pensé en su momento que me había dejado embaucar (como mencionaba al principio), por su prosa cotidiana y onírica, perfecta fórmula química de los best-seller escritos para vender y con la que a menudo me dejo engatusar por gentes como el bueno de Pérez-Reverte, pero he entendido con el tiempo, que había algo más profundo y quijotesco en aquella novela, que el simple deleite de mi irreductible complejo de Peter Pan, para que me conquistara. La he leído nuevamente hace poco, con la excusa de que se publicara ‘El prisionero del cielo’ (la tercera entrega de la saga), me pareció buena idea volver sobre los pasos de Julián Carax, el clan Aldaya y aquella Barcelona gris y soliviantada por la convulsa sociedad de antes de la guerra. Retomar el hilo donde lo dejé (tras leer ávido ‘El juego del ángel’ contaba los días hasta que pudiera reencontrarme de nuevo con Daniel y Fermín) y redescubrir de nuevo una historia inmensa, tanto como la ciudad en la que se escenifica. Y retorcida, como ella. Y grotesca y oscura. Pero también emocionante. Una ciudad (como la historia de Zafón) que embelesa con cada recoveco que esconde y que te muestra con cuentagotas sus delicias, máxime en una época que tan lejos nos coge, pero que tan cerca, consigue el autor que la sintamos.No se puede leer esta novela sin sentir el placer por un lado de ver una historia ambientada en la lóbrega Guerra Civil y su postrero franquismo, sin encender una sola mecha incendiaria, política ni social, pero con la austera habilidad de no dejarse un detalle en el tintero. No hace falta ahondar en lo evidente, en lo que se puede facilitar al lector en apenas unas frases o unos acertados comentarios entre líneas. Lo importante aquí (como ocurrirá en las siguientes novelas), no es la época, sino las personas. Personajes que cobran vida (sobre todo si visitáis la Ciudad Condal después de haber leído el libro) y que nos permiten acercarnos a una de las historias de amor más conmovedoras y sutiles que hayáis presenciado, sin ningún atisbo de cremosidad pastelera, edulcorante y beatificadora de héroes, sino que encierra a los protagonistas en una espiral de cruces de caminos, temporales y espaciales, al tiempo que nos sumerge en una atmósfera perfecta de ensoñación de cine negro, para ofrecernos un thriller con todas las letras, lleno de complicidad, engaños, amistad, traición, venganza y sobre todo literatura. Mucho amor por los libros condensa esta novela que nos habla de la pasión por la narrativa, por sus autores, por la conveniencia de mantenerlos vivos en el recuerdo y en el tiempo, elementos que entran y salen a sus anchas de la realidad a la ficción, sin que nos demos cuenta de en qué punto estamos de la escala dimensional. Del lado de los lectores o del lado de los personajes. Recordáis esa sensación? Venga, seguro que todos habéis leído ‘La historia interminable’ y sabéis de lo que os hablo.Carlos Ruiz Zafón tiene esa experta mano que ostentan Ende o Maria Gripe, para desvanecer los muros que separan la narrativa juvenil de la adulta, porque en sus leyendas, todos disfrutamos, tanto el niño que llevamos dentro, como el maduro lector que espera acción, intriga y conspiraciones detectivescas.‘La sombra del viento’, tal vez la mejor de las tres, combina astutamente dos historias paralelas que desentrañamos al mismo tiempo, igual que Daniel Sempere desempolva el pasado rastreando la vida de Julián Carax, nosotros desharemos la madeja que su propia vida ha tejido a su alrededor.Y digo que es una historia de amor, porque aunque el peso de la devoción por la literatura y la intriga de traiciones y editoriales sean los que mantengan la adicción por la trama, el poso de romanticismo que rodea el argumento es para enmarcar. Siempre un amor dual, partido, pasión frente a ternura, atracción física o flechazo galante. Clara o Bea, Penélope o Nuria, Cristina o Isabella…Pero eso vendrá después, no adelantemos acontecimientos. Esta novela os transportará a una ciudad mágica, a una época propicia para la búsqueda de tesoros entre el fango existencial y a unos personajes entrañables, inspirados, cautivadores y sólidos, como los diálogos escritos por Zafón y las descripciones pictóricas de cada uno de los emplazamientos que harán de decorado artificial, de una historia a mitad de camino entre la realidad y la ficción.Por supuesto descubriréis El Cementerio de los Libros Olvidados, que es una pequeña joya de la literatura moderna, como la Montaña Mágica de Mann o la casa de Sherlock Holmes, un invento que todos desearíamos fuese real y que algunos andan buscando como locos más abajo de El Raval.Entradas relacionadas:Barcelona on my mind...