Revista Salud y Bienestar

Una variación genética dominante en poblaciones veganas facilita la síntesis de aceites grasos esenciales de origen vegetal

Por José Antonio Villegas García

Diversas investigaciones genéticas y arqueológicas apuntan al origen del H.sapiens hace unos 180.000 años, aunque permanecerían confinados unos 100.000 años en una zona con abundantes lagos en el centro de África, debido a su necesidad de un ácido graso específico que se halla en los peces, el DHA. Ya hemos hablado insistentemente de este hecho, y de la importancia que ha tenido en nuestra evolución cerebral. 
Ahora bien ¿Qué permitió a nuestra especie salir de este nicho ecológico y poblar diferentes lugares hasta abarcar toda la superficie del planeta?
Pues… Una variación genética que nos permitió hace más de 85.000 años, emigrar por todo el continente Africano en principio y por el resto del planeta, después. Dicha mutación está en un grupo de genes del cromosoma 11 implicados en la conversión de ácidos grasos poliinsaturados de origen vegetal en ácidos poliinsaturados necesarios para aumentar el tamaño del cerebro, su complejidad y sus funciones. 
Ahora se descubre que estas variaciones genéticas explican que en algunas poblaciones humanas hayan primado esas variaciones que facilitan la síntesis de ácidos grasos procedentes de grasas vegetales, al tiempo que en otras comunidades no sabrían procesar estos ácidos, de modo que solo lo conseguirían como nuestros antepasados más remotos; de los animales, los peces en concreto. En el caso de los indios de Pune, se ha analizado el perfil genético de más de 200 personas (la mayoría eran vegetarianas). Los estudios verificaron que en casi el 70% predominaba un alelo o variante del gen FADS2 que facilita la síntesis y conversión del ácido linoleico. Este gen codifica una enzima encargada de procesar los ácidos grasos. Por el contrario, en poblaciones con una dieta rica en proteínas de carne y/o pescado, este alelo (una versión de un gen) estaba presente en apenas el 18% de la muestra.
Para generalizar los resultados de esta investigación, publicada en Molecular Biology and Evolution, los investigadores recurrieron al proyecto 1.000 Genomas, una base de datos con muchos más de 1.000 perfiles genéticos de poblaciones de todo el planeta. Querían ver la frecuencia de los dos alelos y si aparecían conectados con la dieta. Comprobaron que la variación genética que optimiza la síntesis de las grasas vegetales predomina en las poblaciones originarias del sur de Asia y África, tradicionalmente de dieta vegetariana, mientras que se reduce entre las de origen europeo y las de procedentes del este de Asia, donde la carne y el pescado han tenido históricamente un peso mayor.
El mapa muestra la frecuencia del alelo adaptativo (en naranja) a la dieta vegetariana en los ancestros de las poblaciones por continentes. El mapa muestra la frecuencia del alelo adaptativo (en naranja) a la dieta vegetariana en los ancestros de las poblaciones por continentes.
Ahora se considera que esta mutación ocurrió hace un millón de años y provocó la aparición de tres genotipos en la familia humana. A medida que nuestros ancestros se dispersaron por el planeta, se asentaron en zonas que tenían diferentes tipos de alimentación disponible: unas predominantemente vegetarianas y otras con mucha más carne o pescado. La disponibilidad de un tipo de alimentos u otro, acabó favoreciendo un alelo sobre el otro. De este modo, donde la dieta vegetariana predominaba, una de las versiones de la mutación favorecía la supervivencia y se convirtió en dominante.
Esta presión selectiva también ha funcionado a la inversa. En septiembre del año pasado, otro grupo de investigadores mostró como los inuits de Groenlandia han adaptado su genética a una dieta muy rica en ácidos grasos de origen animal. Ahora, el nuevo estudio ha encontrado que entre estos esquimales predomina el alelo contrario al de los indios de Pune. Con todo ello, parece incuestionable que al hablar de dieta, cada vez más, hay que hablar de genoma individual, raza etc. Las generalizaciones son absurdas y no tiene sentido decir que si tal alimento es bueno o malo. Habrá que determinar si el paciente que nos consulta tiene las adaptaciones genéticas compatibles con la dieta habitual de nuestro entorno. Si su genética no admite dietas vegetarianas, la tecnología podrá permitírselo (si lo asume por principios o filosofía), pero para ello deberá tomar suplementos (DHA, por ejemplo), que no necesitaría si fuera un vegetariano de origen (genéticamente) hindú.
Cada vez más, la dieta se rebela como importantísima y debe estar en manos de profesionales cualificados. 
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