Gustavo Valle sobre la participación de Venezuela en la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires (publicado inicialmente en www.prodavinci.com Autorizado por el autor a publicar en este medio).
Ayer pasé por la 36° Feria Internacional del Libro de Buenos Aires y visité el stand No. 2017, perteneciente a la República Bolivariana de Venezuela. Acudí sin mayores expectativas, y a pesar de eso la experiencia fue decepcionante.
Intentaré explicar por qué.
1.- Vivo desde hace casi cinco años en Buenos Aires y conozco de primera mano el dramático proceso de involución que ha tenido la presencia de nuestro país en esta feria. Recuerdo que en el año 2006 celebré la aparición de un stand elaborado con un diseño bastante atractivo y muy bien situado en una esquina de mucho tránsito, aunque la oferta de libros dejaba, ya en aquel momento, mucho que desear. En los años sucesivos Venezuela no tendría un stand exclusivo sino compartido con Cuba. Y el año pasado no hubo participación y fue la editorial argentina Colihue (distribuidor en Argentina) quien se encargó de exhibir algunos títulos de las editoriales del estado. Ahora, en el 2010, observo con alarma la que sin duda es nuestra peor participación, con un stand de dimensiones estrechas, carente de diseño. Pero el stand y el diseño serían lo menos alarmante si acaso hubiese una buena oferta de libros.
2.- Las únicas editoriales que están presenten en el stand No. 2017 son El Perro y la Rana, Monte Ávila Editores y Biblioteca Ayacucho, todas del estado. No soy tan ingenuo como para esperar la presencia de algunas editoriales privadas o comerciales, como sí ocurría en otras épocas. Tomando en cuenta esto, yo no llamaría al stand “República Bolivariana de Venezuela”, que en teoría debería representar todo el universo editorial de la Nación, sino simple y llanamente “Ministerio del Poder Popular para la Cultura”, pues sólo los libros de las editoriales que están bajo su amparo, son los que se encuentran en exhibición.
3.- Del extenso y por momentos laberíntico catálogo de El Perro y la Rana es notoria la ausencia de libros y autores importantes. Sólo para atender a lo más contemporáneo, no están, por ejemplo, Diario de la Gentepájaro de Wilfredo Machado o La tarea del testigo de Rubi Guerra, sin duda dos de nuestros mejores narradores. Tampoco está la premiada Set de Luis Laya. Hay, eso sí, una estupenda Antología de poesía norteamericana compilada por Ernesto Cardenal.
4.- Los libros de Monte Ávila editores son escasos y prevalecen los de la colección Milenio Libre, que “ofrece al lector el pensamiento más actual acerca de la integración subcontinental y del desarrollo latinoamericano”. Por suerte están algunos libros de Renato Rodríguez, Laura Antillano, Humberto Mata, José Balza y Eleazar León, Piedra de mar, de Francisco Massiani o Pasadizo de Luis Enrique Belmonte, uno de nuestros mejores poetas, junto con un puñado de libros de la colección del premio Monte Ávila para autores inéditos. Lamentablemente eso es casi todo lo que se exhibe de uno de los catálogos más importantes del continente. Como ya es costumbre, lo más interesante siguen siendo los volúmenes de la Biblioteca Ayacucho, pero incluso en este caso, de sus casi 250 títulos apenas están en exhibición unos 25, donde destacan Doctrina del libertador, y Vuelta a casa de Ramón Palomares. Brilla por su ausencia el valiosísimo DELAL, Diccionario Enciclopédico de las Letras de América Latina. Y para colmo, no hay catálogos disponibles de ninguna de estas tres editoriales.
5.- Con sorpresa pude observar que tampoco había poemarios de William Osuna o Juan Calzadilla.
6.- Se podría argumentar que la estrechez del stand (uno de los más chiquitos de la feria), impide la exhibición de todos los libros. Esta es una verdad inocultable. Pero estamos hablando de una de las ferias de libros más importante del idioma (junto a la de Guadalajara), y no hay excusa para que nuestro país, que exporta petróleo y discursos, que importa autos, armas y pollos, y subsidia onerosas comitivas internacionales, no invierta un poco más, sólo un poco más en el alquiler de un stand y por lo tanto en la difusión internacional de nuestros libros y de nuestra literatura.
7.- Por supuesto esto no es nada nuevo. La participación de Venezuela en las ferias internacionales de libros siempre ha sido menor, por no decir lamentable. No estoy, pues, hablando de una situación reciente, pero esto de ninguna manera exime responsabilidades. ¿Cuándo será que nuestro país pueda exhibir al mundo, sin complejos y con orgullo, sus libros y sus autores?
8.- A todo esto habría que añadir un dato que pertenece al terreno de las paradojas: si Argentina y Venezuela son, hoy por hoy naciones amigas, socios de cuantiosos negocios trasnacionales tanto en el área financiera, energética y comercial, y adalides de la integración latinoamericana (que quiero creer que incluye la integración cultural) entonces me pregunto ¿cómo es posible que Venezuela ocupe un lugar tan tímido, tan casi imperceptible, tan excesivamente modesto, en un espacio de enorme simbolismo cultural como es esta Feria?
9.- La escasa presencia de nuestro mundo editorial y de nuestra literatura es inversamente proporcional a la monstruosa presencia de las noticias políticas de Venezuela en los medios de comunicación argentinos.
10.- ¿No existe alguien que pueda convencer al Presidente, o a su doble, o a su prestamista, o a su secretario, o a su edecán o a no sé quién diablos en las alturas del poder acerca de la importancia de una feria internacional de libros?
11.- Los jóvenes que integran el “Colectivo Nuestro-Americano Alí Primera”, encargados de atender el stand No. 2017, están haciendo un buen trabajo y saben orientar al público que acude en busca de información. De modo que no son ellos los responsables de que esta “embajada” en materia editorial y literaria luzca tan depauperada.
12.- Todo aquel que alguna vez en su vida se haya vinculado con los libros o con las ferias de libros sabe bien que estos eventos son una ventana de divulgación internacional, un lugar de intercambios culturales, una oportunidad para establecer asociaciones y vínculos, para dar a conocer un fondo editorial, para promover coediciones y traducciones, para emprender nuevos proyectos, para acceder a otros circuitos de distribución y, en definitiva, para ganar nuevos lectores. Por lo tanto es una actividad que apuesta al Futuro del Libro ¿Es tan difícil entender esto?
13.- Por supuesto ninguno de los autores que critican o acaso se muestran indiferentes con la política actual del gobierno, y cuyos libros han sido publicados por editoriales fuera de su amparo, están presentes. Lo que también coloca a las editoriales privadas y comerciales en la interrogante acerca de qué mecanismos o estrategias están llevando a cabo para impulsar a los autores de sus sellos fuera del país. ¿Qué han pensado las editoriales comerciales agrupadas en la Cámara Venezolana del Libro, o las diferentes instituciones privadas que auspician la cultura fuera de la órbita del gobierno? Sé que para la feria de Guadalajara Cavelibro ha emprendido algunos esfuerzos, pero la pregunta sigue siendo completamente válida, como también esta respuesta: para ello haría falta que el gobierno destine un tipo de cambio preferencial que permita a estas instituciones participar en estos eventos en igualdad de condiciones, dentro del marco de nuestro ya vitalicio control cambiario.
14.- En definitiva, casi toda la narrativa venezolana, incluyendo buena parte de la llamada nueva narrativa, brilla por su ausencia. Lo mismo ocurre con la poesía y también con otros géneros. De modo que hoy por hoy en Buenos Aires no existen Salvador Garmendia, José Ignacio Cabrujas, Isaac Chocrón, Eugenio Montejo, Rafael Cadenas, Alfredo Silva Estrada, Ida Gramcko, Hanni Ossott, Eduardo Liendo, Ibsen Martínez, Federico Vegas, Ana Teresa Torres, Antonio López Ortega, Oscar Marcano, Rafael Castillo Zapata, Martha Kornblith, Alejandro Oliveros, Edda Armas, José Pulido, Rafael Arráiz Lucca, Alexis Romero, María Auxiliadora Álvarez, Francisco Suniaga, Michaelle Ascensio, Ednodio Quintero, Victoria de Stefano, Igor Barreto, Patricia Guzmán, Juan Carlos Chirinos, Juan Carlos Méndez Guédez, Jacqueline Goldberg, María Antonieta Flores, Gisela Kozak, Miguel Gomes, Arturo Gutiérrez Plaza, Israel Centeno, Slavko Zupcik, Norberto José Olivar, Krina Ber, Alberto Barrera Tyszka, Yolanda Pantin, por sólo por mencionar, en desorden, los que se me vienen a la memoria. Tampoco están nuestros críticos Carlos Pacheco, Gustavo Guerrero, Oscar Rodríguez Ortiz, Jorge Romero, Guillermo Sucre, María Fernanda Palacios, Luis Barrera Linares, Miguel Ángel Campos, Violeta Rojo, Javier Lasarte o Paulette Silva. Y muchísimo menos autores más jóvenes como Héctor Torres, Salvador Fleján, Eleonora Requena, Luis Moreno Villamediana, Rodrigo Blanco, Carolina Lozada, Liliana Lara, Jesús Nieves Montero, Fedosy Santaella, Roberto Echeto, Leo Campos, Lucas García, Natasha Tiniacos, Pedro Enrique Rodríguez, Carlos Ávila, y paro de contar. Por supuesto, escritores de no ficción como Boris Muñoz, Rafael Osío Cabrices o Sinar Alvarado, tampoco aparecen. Si desde hace algunos años nuestro país vive una auténtica efervescencia editorial, si estamos en medio de un fenómeno casi volcánico de editoriales y autores nacionales tanto de parte de las editoriales privadas, como las del estado, pues esta situación excepcional no se ve reflejada hoy en Buenos Aires. Editoriales como Bid & Co, Ekaré, Fundación Bigott y Fundación para la Cultura Urbana, sin cuya participación no se puede entender el mundo editorial de la Venezuela de hoy, son inexistentes. O estupendas editoriales universitarias como Equinoccio, o las pertenecientes a otros estados del país como El otro, El mismo y Mucuglifo, o revistas de altísima calidad como El Salmón tampoco están en estos anaqueles. Incluso las recientes antologías de cuento y poesía, compiladas por Rubi Guerra, Antonio López Ortega, Ana Teresa Torres, Héctor Torres, Rowena Hill y Gina Saraceni, que ofrecen panoramas del quehacer literario más contemporáneo, y que son herramientas utilísimas para cualquier lector extranjero, tampoco están. Todos se esfumaron, prescribieron, no existen. Y esto lamentablemente no es una novedad. Lo peor es que nos estamos acostumbrando a estas ausencias.
Conclusión: el stand No. 2017 de la 36 ° Feria del Libro de Buenos Aires es el de una Venezuela escamoteada, dramáticamente incompleta.
Mis comentarios
Estimado Gustavo, primero que nada te felicito por tu buen artículo. Ver cómo estuvo representada literariamente Venezuela a través de tus palabras en tan importante feria, fue duro, pero sin duda necesario en calidad de denuncia, en calidad del lector que eres y que tuvo la dicha de pasearse por los stands de las mejores editoriales del continente, seguramente con una terrible desilusión al ver en nuestro pequeño puesto, la ausencia de todas esas voces que mencionaste, pero sin restarle valor a los autores-libros presentes.
Así como leí por entero tu texto, también lo hice con los comentarios publicados. Todos muy buenos desde diversos puntos de vista. De los mismos se siente cuán polarizadas pueden ser las opiniones y aunque sé que es arbitrario, de allí pudiera extrapolarse e intuir uno de los tantos “por qué” Venezuela atraviesa una de sus mayores crisis socio-políticas, pasando por lo económico y demás. Insisto: una arbitraria reducción que va directo al “ego”, tanto del Estado venezolano quien se defiende a capa y espada, y por tanto no le da espacio a escritores contrarios a su proceso, como al ego de las editoriales –no todas– que siempre apuestan a lo seguro (y no hablo del ego de los escritores puesto que no alcanzo llegar a la estratosfera).
Debemos seguir apostando a los espacios que aún tenemos para promover e incentivar la lectura. Aprovecharlos al máximo para dar a conocer nuestras nuevas voces y apoyar a los autores consagrados, idea que hemos estado desarrollando insistentemente en Librería Sónica desde hace casi tres años, sin mezquindad alguna, invitándolos a todos, a los inéditos y a los que ya son una institución; haciendo llamadas telefónicas a escritores que están fuera de Venezuela, como utilizando la herramienta digital para conversar: tú fuiste uno de los primeros que grabamos vía Skype; obsequiando libros e invitando a los oyentes…
En fin, el stand No. 2017 de la 36 ° Feria del Libro de Buenos Aires, se perdió de mucho, de buenos libros y buenos escritores. Quién lo diría, los Kirchner de romance con CH y lo que más trasciende es el maletín de Antonini Wilson. Con una cuarta parte de lo que éste llevaba, se hubiera hecho fantasías en el stand venezolano y no te cuento en la feria de Altamira, que sin duda debe mantenerse pero mejorarse para el año entrante. Muchos nos estamos comiendo las verdes, ya vendrán los tiempos de las frutas maduras. ¿Quién se come a quién?