Desgraciadamente, el GAP duró poco tiempo, Gonzalo y Antonio se enfadaron, pero Pablo pudo continuar su amistad con los dos, si bien es verdad que por cauces diferentes. Con Gonzalo hablaba casi individualmente, mientras que con Antonio, la integración en aquel grupo le trajo todas las amistades que iba a conocer antes de irse a la universidad. Fue una época gloriosa para Pablo. Aprendió a socializarse, a hacer amigos y, en general, a hablar con la gente. Aunque hubo muchas incorporaciones y también muchas bajas, Antonio y Pablo siguen actualmente en este grupo, que sigue siendo su pandilla de amigos por excelencia. Y llegó la universidad, y Gonzalo, Antonio y Pablo, aunque actualmente están estudiando en la misma ciudad, siguieron caminos algo distintos, si bien es cierto que mantuvieron su amistad, hasta el día de hoy.
Hoy, Pablo escribe esta historia y estas líneas con varios propósitos: primero, agradecer y rememorar la labor que Gonzalo y Antonio hicieron por él, segundo, demostrar que la marginación es un acto de extrema crueldad, pero que se puede remediar, tercero, demostrar que, a pesar de que hay muchas personas malas, también existen buenas y muy buenas personas, y cuarto, expresar con hechos el verdadero y más puro significado de las palabras “amistad” y “amigo”. Sí, amigos, hay esperanza contra la marginación, sólo hay que seguir buscándola.
Simón de Eiré