Revista Cultura y Ocio

Una vida en el 2054, si las predicciones se cumplen | Giannella Espinoza

Publicado el 18 mayo 2018 por Iván Rodrigo Mendizábal @ivrodrigom

Por Giannella Espinoza

(Publicado originalmente en diario El Expreso, Guayaquil, el 13 de mayo de 2018)

Una vida en el 2054, si las predicciones se cumplen | Giannella Espinoza

Imagen tomada de El Expreso.

Nací en el 87, era presingular, como se conoce a quienes nacieron antes de la singularidad, es decir antes del cambio más radical de la historia de la humanidad: la fusión entre las máquinas y la inteligencia humana ocurrida en el 2040. Hoy soy poshumano.

A mis 67 años, mientras maquillo mi rostro de veinteañera, recuerdo cómo me trasplantaron un corazón sin defectos creado con una impresora 3D en 2035, hasta cómo me convertí en la primera cyborg ecuatoriana y años después en una poshumano, que según mis creadores, podría vivir más años que el mismo Matusalén.

Siempre fui fiel seguidora de las predicciones de Ray Kurzweil (USA), Nick Bostrom (Suecia), Aubrey de Grey (UK) y José Luis Cordeiro (Venezuela), promotores del transhumanismo y primeros ‘superhumanos’. Amo experimentar con la ciencia y la tecnología para mejorar mis capacidades. Cuando tenía 32 años, por ejemplo, me implanté un chip en el brazo y durante unos días lo usé para controlar las puertas, las luces y la temperatura de mi casa.

Poco después inserté en mi muñeca un dispositivo con el que podía controlar objetos a distancia, desde mi computadora hasta mi carro. Y, el siguiente experimento, un tanto curioso, me costó el divorcio. Me conecté al sistema nervioso de mi esposo, sin su consentimiento y, cada movimiento que él realizaba yo lo sentía. Así, por movimientos poco comunes descubrí que me era infiel.

Estas experiencias, más el fracaso en mi matrimonio, me llevaron a especializarme en la Singularity University (California), un centro que estudia las nuevas ciencias. Ahí fui a los 35, por decisión propia, parte de un experimento para ayudar a probar que, evadir la muerte era posible.​

Es así como logré que mi cuerpo vuelva a ser el de los 20 años con la promesa de que nunca más volvería a envejecer. ¿Cómo sucedió? Mis maestros fabricaron órganos a mi medida en impresoras 3D y los reemplazaron por aquellos que tenían fallas, entre esos el corazón. Luego, tras varios años de pruebas, me suministraron nanobots que educaron a mi organismo para que entienda que la muerte, el envejecimiento, el dolor y el sueño, entre otros, son males contra los que el cuerpo puede luchar.​ Mis células siguen siendo células, pero hasta ahora son inmortales. No hay ninguna enfermedad o virus que pueda acabar con ellas.

Pero no soy la única “inmortal”. La mayor parte de los millonarios estadounidenses han abandonado hace rato sus formas biológicas. En realidad, en aquel país ya ni siquiera se habla de personas sino de inteligencias. Desde el 2030, los límites entre inteligencia artificial y natural comenzaron a hacerse difusos, poco después los robots adquirieron derechos civiles y, finalmente, ha dejado de haber distinción entre máquinas y humanos.

Ha sido muy difícil renunciar a lo que conocí en mi infancia. Es cierto que a todas las generaciones les pasó lo mismo, aún recuerdo cómo mis padres se resistían a usar las primeras computadoras y el primitivo Internet. Pero esto es distinto, la singularidad no es otra moda sino el cambio de paradigma más radical en toda la historia de la humanidad.

Hoy me he despertado en Guayaquil. Vine a visitar a mi familia y a recolectar algunos recuerdos que se escapan de mi memoria, a medida que le agrego nuevos conocimientos. También vine por los recuerdos de mi padre, quien murió cuando yo tenía 21.

En el laboratorio de la Singularity lidero un proyecto para revivir la memoria de los muertos buscando, a través de algoritmos, dentro de todas las conciencias matemáticamente posibles. Pretendo que mi padre vuelva a la vida con un cuerpo fabricado y un cerebro cargado de los recuerdos de todos quienes lo conocieron.

Todo parece increíble. Sobre todo si me lees desde un país en donde recién han comenzado a llegar las impresoras 3D y la nanotecnología aún se experimenta en textiles… Pero esta historia podría volverse realidad si las predicciones, en especial la singularidad prevista para el 2040, se vuelve realidad.


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