Una violenta e inconsecuente revelación

Por Dayana Hernandez

Todo es perpetuado una y otra vez de manera inevitable. Los movimientos son sumamente predecibles en la industria del deseo. Cada día suceden cosas oscuras, inexplicables, pero nadie da cuenta de esto. La fuerza que nos impulsa no permite verlo. La parte visible es una total superficialidad. No hay manual que consultar para la supervivencia del corazón. Es tan difícil creer que es fácil. Los niños aman las historias de piratas y mutantes. Lo cierto es que estos existen, por ejemplo en Somalia, pero siempre se prefiere la versión de Hollywood porque la ficción no hiere la supuesto integridad de sus adeptos. ¿Por que no puedo entregarme al istmo material de una vez por todas? Si soy una pieza de este ciclo debo serlo de forma homogénea. La toxicidad de la educación incapacita con grandes habilidades para el sistema: Formarse un sólido criterio. Tener una personalidad bien definida. Metas claras para frustrarse al no conseguirlas. Un plan de vida para arruinarlo. Graduarse con honores en la indiferencia. Adaptarse al capitalismo de la emoción. Amar al prójimo como te amas a ti mismo se lee en el nuevo testamento. Conocerte para poder ser exitoso se lee en los libro de autoayuda, pero existen los que están en el fondo de una soledad sin fondo, a los que la retórica de estas fórmulas no rescataría. Por el momento, solo he aprendido a entregarlo todo con enorme retraso o con insolente anticipación. Siempre a destiempo en el tiempo. Siempre tomando la ruta equivocada hacia el destino incorrecto. Pero eso no importa, ¿importa? Abandono poco a poco con lágrimas lo no vivido. Incapaz de escribir cuanto amo, pero sí que amo. A veces un poco delirante.  Ausente cuando estoy. Presente cuando me he ido. Un bicho inexpresivo pero en el fondo muy sentimental.

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Arte: Karina Eibatova