Una visión china de los sucesos de Tiananmen (2)

Por Tiburciosamsa


Para Wang Hui las contradicciones sociales que salieron a la luz en 1989 hay que verlas como una lucha entre distintos elementos por ver la forma que tomarían las reformas ineludibles que el sistema debía acometer. Piensa que la mayoría de la población deseaba democracia y Estado de Derecho como forma de garantizar la justicia social, la democratización de la vida económica y el reparto equitativo de los beneficios. Esto es, para la mayoría primaban las demandas de justicia social, pero entendían que para conseguirla hacía falta una nueva legitimidad, que debería ser democrática. Los grupos de interés económicos tenían objetivos distintos: querían una privatización radical. Esos grupos de interés tendieron a tachar las peticiones de justicia social de resabios de la Revolución Cultural, la descalificación más eficaz en la China de Deng Xiaoping. En resumen, el movimiento social de 1989 “fue una despedida de la antigua era y, al mismo tiempo, una protesta contra las contradicciones sociales inherentes en la nueva.”
Tiananmen fracasó porque el Estado lanzó contra él toda su fuerza represora. Pero Wang Hui encuentra otra cosa indirecta de su fracaso: “la propia incapacidad del movimiento para unir la distancia que separaba sus demandas de democracia política de las demandas de igualdad social que habían constituido su fuerza de movilización.” En resumen, las fuerzas dispares que protestaban en 1989 fueron incapaces de mostrar un frente unido. Aunque hubieran sido capaces de mostrar ese frente unido,- esto lo digo yo-, dudo que hubieran prevalecido una vez que el Comité Permanente del Politburó hubo decidido la noche del 17 de mayo la imposición de la ley marcial. Sólo si el liderazgo del PCCh hubiera estado fatalmente dividido habrían podido triunfar los manifestantes.
Los sucesos de Tiananmen aterraron al liderazgo chino, que por primera vez se sintió débil. El mantenimiento de la estabilidad se convirtió en la premisa legitimadora del Estado. Esto subsanó de alguna manera la crisis de legitimidad iniciada con el proceso de reformas. El Estado, cuya legitimidad provenía de la Revolución de 1949 y de la ideología maoísta, estaba renegando del maoísmo en la práctica. Tiananmen creó de alguna manera un nuevo mito legitimador. Las demandas sociales que habían estado detrás del movimiento social de 1989 fueron apartadas.
Wang Hui afirma que Occidente hizo una interpretación muy interesada de los sucesos de Tiananmen: “representaban la victoria final del sistema social occidental, con China simplemente como un ejemplo histórico aislado e incompleto.” En su opinión, “nadie se ha dado cuenta de que la enorme transformación global que tuvo lugar en 1989 también implicó una nueva serie de relaciones históricas, así como nuevas protestas y críticas a la monopolización y la coerción.” Explicado de otra manera. Wang Hui no quiere que olvidemos que los ochenta no fueron solamente los años del triunfo de la democracia occidental sobre el comunismo. También fueron los años del ascenso del neoliberalismo y del inicio de la expansión desenfrenada de los mercados. Para que no olvidemos eso, recuerda algunos hechos que no suelen figurar en los relatos canónicos:
+ La introducción del mercado en China no fue el resultado de movimientos espontáneos o de las aspiraciones de la sociedad, sino que requirió la intervención coercitiva del Estado. De hecho, Tiananmen ayudó a profundizar en las reformas económicas, ya que la violencia ejercida para frenar la agitación social, permitió tener controlada a la sociedad en la siguiente fase de reformas.
+ El triunfo de la sociedad de mercado en China no significó la resolución de las tensiones sociales que habían provocado las protestas de 1989. De hecho, los factores básicos que habían provocado las protestas persistieron. Wang Hui los enumera: “la corrupción, el contrabando, la distribución injusta de la riqueza, la influencia de los grupos de interés en las políticas públicas, el sobredesarrollo (como en el caso del sector inmobiliario en Shanghai, Hainan y otros lugares) y las crisis financieras resultantes, los problemas con el sistema de asistencia social o las preocupaciones medioambientales.”
+ Descuidan las relaciones entre las reformas en el campo y en la ciudad. Olvidan que hay un vínculo directo entre pobreza rural, expansión urbana y comercio internacional. La reducción de las disparidades entre campo y ciudad, que había avanzado en la primera década de los ochenta, se quebró al final de la década, volviéndose a los niveles de los setenta. La sociedad rural entró en un proceso de desintegración y se idearon sistemas para asegurar la oferta de mano de obra rural, mientras que se limita su presión migratoria sobre la estructura social urbana. O sea que los inmigrantes del campo se convirtieron en una fuente de mano de obra barata, que permitía regular el mercado laboral de forma que los salarios no subiesen demasiado, pero a la que no se le permitía acceder indiscriminadamente a las ciudades para que no sobrecargasen sus infraestructuras.
+ Los cambios en China son un reflejo de las nuevas condiciones históricas de la sociedad internacional. Reforma y apertura al mundo han sido las dos caras de la misma moneda.
Mientras leía a Wang Hui, se me ocurrió que algunas de sus reflexiones podrían aplicarse a la situación presente de Occidente. También aquí se está produciendo una crisis de legitimidad del Estado. La legitimidad basada en la soberanía nacional, la constitución y las leyes y la celebración regular de elecciones, empieza a sonar a huera. Hace tanto que derribamos a la Monarquía absoluta, que las apelaciones a la soberanía nacional entusiasman menos. Aparte de que nos hemos dado cuenta de que en esta soberanía, unos son más soberanos que otros. En cuanto a la constitución y las leyes creo que hace tiempo que se abrió paso la idea de que buenas leyes no significa leyes justas. Y en cuanto a la celebración regular de elecciones… ¿qué decir de los sistemas bipartidistas en los que a uno le fuerzan a elegir entre dos males? ¿y de los proporcionales donde un pequeño partido de lunáticos puede erigirse en el juez de la situación? Y al final, ¿importa tanto mi voto de ciudadano, ejercido una vez cada cuatro años, cuando hay lobbies con acceso directo a los políticos durante cada segundo de esos cuatro años?
Tal vez conscientes de que los argumentos tradicionales para legitimar a los gobiernos democráticos empiezan a tambalearse, los políticos han empezado a recurrir a nuevos argumentos económicos. Si logro que baje la prima de riesgo, si logro que haya crecimiento económico, quedaré legitimado. No lo veo muy distinto de esos líderes chinos de 1989 que, sintiendo que el maoísmo ya no era factor legitimador, optaron primero por la estabilidad y luego por el crecimiento económico como los mimbres con los que fabricarse un nuevo tipo de legitimidad.
Por otra parte, las protestas callejeras recuerdan algo a las chinas en cuanto que no hay una protesta única, sino muchos movimientos distintos que se solapan: los que protestan por situaciones coyunturales de su sector, los que piden más igualdad social, los que se manifiestan contra la clase política, los que se manifiestan por todo lo anterior y varias cosas más… Las protestas chinas fracasaron en parte porque no supieron articular un frente unido. Lo lamento, pero en Occidente parece que van por el mismo camino.