Como sea, este esmalte de Emolan data de quién sabe cuándo, está ahí, nuevo en mi caja de esmaltes, esperando ser recordado, y por ende, usado. Lo vi mientras buscaba un color para la manicura (recambio de esmalte, básicamente, no hago mucho más que eso) y dije: "y bueno, dale".Acá es donde aclaro que si hay un color que me da bronca es el marrón, beige y dervados. No me gusta maquillarme en esos tonos, me revienta ver a las viejas pintándose la trompa de marrón, pero soy consciente de que es algo personal y trato de darle oportunidad una vez cada tanto. Esta vez, en las uñas.Claro, elegí este marrón porque es tan oscuro que parece negro, pero en la luz puede captarse bien su color original.Le di tres capas y listo, cobertura óptima.
Las uñas cortitas porque o maquillo o me las dejo largas. Te la regalo trabajar bases y correctores con uñas largas: UN ASCO, SEÑORA.
El envase de este esmalte es aparatoso, ridículamente grande y creo que, ante una emergencia, puede usarse como arma.
No recuerdo cuánto me salió porque ni siquiera recuerdo cuándo lo compré, pero los esmaltes de Emolan son baratos, eso es sabido. La duración es meh, y como todos los esmaltes tan oscuros, es imprescindible sellarlo con una capa de top coat si no queremos andar dejando color en cada superficie que toquemos (en varios de mis libros hay marcas de rasguños rojos, violetas y negros; marcas de esmalte), y además porque un toque se salta sino.
El color es elegante, discreto, y con ese mega brillo que tanto me gusta.
Como estoy en una etapa de ponerle glitter a todo, A TODO, tuve que contenerme para no usar acá, porque el secreto de la elegancia está en saber cuando parar, ¿no? Bueno, eso me dijeron una vez. No lo sé a ciencia cierta.
¿Ustedes cómo llevan sus uñas esta semana?