Como habrán notado quienes transitan estas calles con alguna frecuencia, le he hecho algunos cambios al blog. Creo que ahora estoy un poco más contento con su apariencia, pues la versión anterior, aunque mucho más fácil de leer que la primera que usé (aquella de fondo negro con letras blancas algo pequeñas) no me convencía del todo. Siento que ahora el blog está algo más ordenado, que el contraste de colores es algo mejor y que he podido poner en la “cabacera” una imagen que me parece verdaderamente profunda. Tengo aún algunas cosas que arreglar, sobre todo en relación a las categorías que aparecen a la derecha, pero ya habrá tiempo para eso. Quisiera, más bien, decir algo breve sobre la nueva “cabacera”. Esta es la imagen completa:
Se trata de un ícono medieval, me parece que del siglo XVI. Si ustedes observan con detalle, algunas cuestiones se destacan. En la parte inferior derecha puede verse a un grupo de personas padeciendo en el purgatorio; en contraste, en la parte superior puede verse el cielo y un grupo de personas congregadas en torno al Señor. Lo interesante es que en el medio de los dos extremos vemos una soga apoyada en una polea que sirve para elevar a la gente desde el purgatorio hacia el cielo. El modo de rescatar a las personas del purgatorio es caracterizado en el ícono de un modo singular: se requiere de dos cosas a la vez, ambas se ponen juntas y se les asume como inseparables (noten la conexión de la soga), a saber, del sacrificio del altar y de las obras de misericordia. La contemplación del amor de Dios en el altar del sacrificio y la opción preferencial por los pobres de Jesucristo. Separar estas dos cuestiones solo empobrece la vida cristiana, pero, a la vez, limita nuestra capacidad de hacer el bien a los otros, ya sea en un sentido muy directo y práctico o en uno más escatológico como en la escena que estamos viendo. Esta imagen, para quien conoce un poco la obra de Gutiérrez, recuerda la interdependencia de los dos lenguajes sobre Dios tratados con detalle en su libro sobre Job: contemplación y profecía deben estar de la mano siempre, solo así se abre uno al misterio salvífico de Dios y solo así logra servir propiamente a los hermanos.