Texto participante
en convocatoria.
Leer bases
Planes de soledad vacacional, con aburrimiento incluido. Nadie se asomaba a mi cristal, ni pegaba la nariz vahando mi entorno.
Me quedaré otro verano solo, seguro, sin descubrir lo apasionado de compartir todo mi tiempo.
Sonó el timbre, las dos de la madrugada y yo en calzoncillos. La mirilla deformó la cara de una mujer valiente. Abrí y el erotismo que exudaba me hizo dudar si estaba soñando o era sonámbulo de nacimiento.
Me empujó hacia el zaguán y cerró la puerta con su tacón de aguja.
−Sé que me deseas, ¿a qué esperas para enseñarme el dormitorio?
Vagué treinta noches por el deseo, explorando posturas distintas, saboreando intensos placeres.
No salí para comer, ni beber, ni comprar. No me conecté a internet, ni escribí un solo
correo. No leí ni una noticia, ni siquiera encendí la televisión, ni oí la radio. Solo follamos hasta la extenuación.
Me quedé enjuto, perplejo, hipnotizado. Me sentí loco, extasiado, endiosado. Me descubrí amante, cariñoso, apasionado. Me erigí sado, curioso, expansivo. Me dejó seco, manoseado, pringoso.
Treinta días de vacaciones, convertidos en treinta años de vida juntos, de deudas, hipotecas, niños, ruidos, complejos.
¿Se puede tener un verano más diferente?
Texto: Inma Vinuesa