Hay sagas que van en caída libre y sin paracaídas que les pueda salvar del trompazo. Resident Evil es una de ellas, por más que la quieran salvar algunos diciendo que ofrece lo que se demanda de ella (vamos, que pisas una mierda de perro y sonríes pensando que eso provocará que te toque la lotería. El que no se consuela es porque no quiere), la otra es Underworld. En ambas ya ni me vale que me gusten Milla Jovovich y Kate Beckinsle (ambas mu buenorras embutidas en trajes ajustaditos) o que repartan tortazos a diestro y siniestro. Sean zombies, hombres lobo, vampiros o lo que se tercie. Me aburren. En la primera los muertos vivientes han pasado a segundísimo plano, mientras que en la segunda se ha perdido totalmente lo gracioso que tenía el embite entre los chupasangres y los aulladores de la luna.
Todo tiene un sentido, aunque parezca mentira. Tanto la saga de Beckinsale como la de Jovovich no suelen tener grandísimos presupuestos y así, sin comerlo ni beberlo, acaban duplicando o triplicando lo invertido. Con lo que sería de tontos no seguir alargándolas hasta que dejen de dar dividendos. Poco importa que la historia sea inexistente, el público sigue respondiendo y a día de hoy se puede seguir exprimiendo a la gallina de los huevos de oro.
Underworld: El Despertar recuperaba a su personaje femenino después de un breve paréntesis, ya que en la anterior entrega (precuela para más inri) era Rhona Mitra la que recogía el manto vampírico. Fué algo curioso, pero seguía teniendo entidad dentro de la saga. Ocurre algo curioso, y es que de la noche a la mañana aparece alguna imagen, unos carteles, el trailer y de repente se estrena en cine. En un pis pas todo casi de golpe. Como si el director, guionista y actores se hubiesen puesto las pilas y hubiesen hecho una película de la noche a la mañana. Y así salen estas cosas. Ya el trailer de Underworld: El Despertar me provocó sentimientos negativos. Una vez más tiraban la carne en el asador demostrando que las cámaras lentas y la acción -¿sin sentido?- iba a predominar en la última entrega.
En Underworld viajan temporalmente de una manera curiosa. De las dos primeras partes pasan a un viajecito al pasado para ver la razón de por qué los Vampiros se llevan tan mal con los Hombres Lobo, y ahora avanzamos en el tiempo hasta un futuro donde la humanidad ha “vencido” a ambas razas. Nuestra prota (Selene) está en estado de hibernación, separada de su compañero Michael Corvin y con una hija que desconocía y que tiene los poderes de ambos. Vamos, que la niña es un caramelito dulce para los malotes de turno. Sí, esos que suelen experimentar con los conejillos de indias para conseguir sus malvados propósitos.
Se quiere dar un giro, un cambio, una vuelta más de tuerca, innovando algunos aspectos para que la saga siga vigente y productiva. Finalmente, en mi opinión por supuesto, se ha conseguido hacer una película aburrida -algo curioso teniendo en cuenta su duración, 88 minutos- y que simplemente es un corre-corre con puñetazos, patadas y disparos de por medio. Con unos enemigos principales ausentes de cualquier tipo de carisma (todo lo contrario que desprendía Billy Nighy -Viktor o Michael Sheen -Lucian-), Kate Beckinsale totalmente perdida en su papel de Selena (algo similar a lo que le pasó a Milla Jovovich en la última entrega de Resident Evil) y unos personajes secundarios que no pasan de anecdótico.
El nivel de entretenimiento y de sorpresa que ofrecían Underworld y Underworld: Evolution se ha perdido completamente. Ahora estamos en el momento donde todo está puesto en modo automático y donde todo se basa en la repetición -aunque quieran encubrirlo con breves pinceladas de originalidad- y la desgana absoluta por parte de todos los que hacen la película, sobre todo por el director y su actriz principal. Llegados a este punto te preguntas si todo puede ir a peor, pero como todos sabemos la vida te demuestra que puede ser así.
Fdo: Snake