Uneun Namja - 2014

Publicado el 22 junio 2018 por Jimmy Fdz

Director: Lee Jeong-beom

Del grupo de Francia sólo diré que se dieron todos los resultados que quería y que eso me tiene plenamente satisfecho y contento. Acepto la mezquindad que eso conlleva, pero como dije la otra vez: el que ríe último ríe mejor. (Y a Guerrero le faltó alguna sustancia prohibida para rendir como corresponde, al parecer). Como todavía no hay nada más resuelto, seremos cautelosos.Cauteloso, también, me apronté al visionado de "Uneun Namja" (traducción literal: Hombre que llora; traducción al inglés y título más o menos oficial/mundial: "No Tears for the Dead"), la película que el mismo director de "The Man from Nowhere" (la que comentamos ayer) estrenó cuatro años después.Al principio me temía otra historia lastimosa y sentimentalmente efectista, esta vez protagonizada por un asesino a sueldo que, en un trabajo (luego nos enteramos que éste debía ser el último antes de su retiro definitivo), sin querer mata a una niña. Sumido en el autodesprecio y la autodestrucción, es despertado por sus compañeros y jefe no para darle ánimos, sino para encomendarle un ahora sí "último trabajo" con el que pueda arreglar el desastre anterior. ¿En que consiste el trabajito? En matar, escuchen bien, a la madre de la niña a la que mató accidentalmente. Si querían subirle el ánimo, lo lograron con creces. Vean la sonrisa con la que acepta el encargo y el ánimo con el que ejecuta las distintas facetas del trabajo (seguimiento, reconocimiento, planificación, etc.). Alrededor suyo, una trama sobre lavado de dinero, una suerte de espionaje corporativo y ejecutivos que desean recuperar datos sensibles. La madre de la niña, supuestamente, podría tener dichos datos.No voy a decir más de la trama. Lo que sí diré, lo que hizo que esta película finalmente me terminara gustando bastante, gustando de verdad, y que la diferencia de la de ayer, es algo de fondo que ahora mismo me cuesta un poco definir. No tarda en desprenderse de los clichés y lugares comunes sin valor dramático intrínseco (como eso del "último trabajo", que vendría a ser el "era su último día de servicio antes de jubilarse" de los policías, o el "le mataron a la esposa e hijos" de los hombres misteriosos, como ayer). No es sentimentalmente efectista, ni melosa, ni cursi, ni sensiblera. Aunque a veces, sobre todo durante el primer tercio del relato, está a punto de cruzar dicho límite, esta película en verdad habla de otras cosas algo más etéreas, abstractas. No deja de ser una buena historia contada con agilidad y buen sentido del ritmo, en donde el término "acción trepidante" no se refiere tanto a la espectacularidad de algunas secuencias puntuales (aunque, eso sí, acá las escenas de acción, aparte de entenderse bien visualmente, son mucho más contundentes) como al equilibrado flujo de acontecimientos, que no pretender sorprender ni marear al espectador con vacuos giros de guión sino sumirlo en esta desesperanzada espiral de muerte y violencia. Me sorprendió, en primer lugar, que la historia vaya al grano: que trate, en esencia, sobre personajes cazándose implacablemente entre sí, que mantenga esa línea (lo cual se consolida en una segunda mitad potente y visceral). En segundo lugar, me sorprendió y encantó gratamente su suciedad y sequedad, este sangriento y desencantado tratamiento de la violencia, lejos de las pueriles piruetas y coreográfias y más cerca de rotundos puñetazos que reflejan la encarnizada furia y desesperación de estos personajes hartos, cansados, hastiados de todo. Más importante: les creí. En estricto rigor, estos personajes no tiene nada que perder, y sin embargo se mantienen de pie, con balas en las piernas o en los brazos o llenos de cortes, impulsados por quién sabe qué clase de impulso vital. Si en "The Merciless" y "The Man from Nowhere" los conflictos y motivos de los personajes son manidos tópicos superflua y artificialmente tratados (personajes vistosos pero de nula calidad moral, aunque sean muy malos o muy buenos o muy indecisos), los mentados lugares comunes que mantienen en marcha una narración sin contar realmente nada en concreto, acá en "No Tears for the Dead" podríamos decir que la premisa argumental, que sus conflictos iniciales son la excusa, el macguffin para adentrarnos en la creciente humanidad, oscura y compleja, de unos personajes reducidos a simples despojos cuyos actos primeramente responden a una agresividad animal, instintiva. Esta historia no es de héroes que al final se quedan con la chica, por ejemplo. Es cine negro, abismante, fatal, derrotado, vencido. Aunque intuyamos que el protagonista actúa por la culpa, esta misión que efectúa por su cuenta y con empecinamiento casi suicida a lo mejor responde a otros deseos, otros anhelos, a otro tipo de catarsis. Prueba de ello es el sorprendente giro que vemos en el clímax o, más aún, su profundamente amarga y triste escena final, en donde el protagonista simplemente llora desconsoladamente. Llora. Desconsoladamente. Solo.
No se dice mucho, mejor dicho no se explicita ni especifica nada, pero con esa imagen final se sugieren tantas cosas...
El protagonista es Jang Dong-gun y la madre de la niña es Kim Min-hee, una de las musas de Park Chan-wook en "La doncella" y la musa definitiva de, ahora pareja suya, el director Hong Sang-soo, con quien se la ha pasado actuando estos últimos años. Del director sólo se conoce el tentativo título ("Bad Cop") de una trama aún vaga: un policía, no sé si malo (en tanto deficiente, negligente, displicente) o directamente corrupto, que se enfrenta a una sociedad aún peor.
Y si tenían dudas, no se preocupen: no es que el protagonista no quiera matar a la madre de la niña porque se haya enamorado de ella y pretenda salvarla y con salvarla también pretenda que ella se enamore de él y así puedan tener hijos y "compensar" un poco la muerte de la niña. No es esa clase de película. Para ilustrar un poco la cosa, y sin ánimo de desfigurar las referencias que voy a nombrar (mantengamos las proporciones), imaginen un poco esta película como una historia escrita con ciertas claves argumentales de un Shane Black, pero profundizada con el trágico y desolador tratamiento de un James Gray. O acá otra alternativa, como se gusta decir a veces en inglés, "Drive" meets "A Bittersweet Life".