Empieza la cuenta atrás para la esperada vuelta al cole (después de casi tres meses, yo creo que ya toca...) y vuelven a aflorar cual florecillas en primavera, los temas de cada año. Hoy quiero dedicar el post a la defensa del uniforme. Un tema controvertido, como muchos otros que rodean el mundo infantil y educativo. Que si es de pijos, que si discrimina. Sí. Hay gustos para todos. Mi opinión. Uno de los mejores inventos de la humanidad, después de la lavadora. Será porque yo también fui niña de uniforme, terriblemente feo, eso sí. Pero vaya, no me traumatizó demasiado. Tampoco soy ahora una fashion victim para desquitarme, ni mucho menos, pero reconozco que en su momento era una preocupación menos. Cuando cambié la EGB y abandoné a las monjas por el instituto, madre, qué sufrimiento cada mañana pensar qué te ibas a poner. Con lo que me gustaba dormir hasta el último momento. En fin, a lo que vamos, que yo creo que los uniformes son un buen invento. Y sí, creo que eliminan una preocupación a los niños y un posible foco de conflictos en el colegio. A la hora de vestirse, evitamos las discusiones del fin de semana. Ellos ya saben lo que se tienen que poner y ya no se quejan. Así nos ahorramos cinco días a la semana de mama, yo quiero el vestido "losa" (que más que "losa" tira a "glis" pero no hay manera de tirarlo a la cesta de la ropa sucia) o al muchachuelo queriendo ir con camisa y zapatos al parque de tierra. Sinceramente, creo que a estas edades, sí, se les puede dar opciones y dejarles un margen de libertad, pero nadie mejor que sus mamás saben lo que se tienen que poner en cada momento. De lo único que me quejo de los uniformes es de la exclusividad y monopolio que tienen algunas tiendas que abusan con los precios y ofrecen tejidos un tanto dudosos. Pero en la balanza, me quedo con el uniforme.